cortejo de luz y grana
entre la tierra y el cielo.
Plenitud en sus entrañas.
Remanso de paz y vida,
espejismo en la distancia,
donde los ojos se pierden
y la mirada se explaya.
Cerca, lejos…
Nadie arriba.
Jamás tu planicie alcanzan.
Enredas al caminante
que te sigue, pues lo llamas.
Aprieta el paso, no acorta.
Cuando, a punto de tañerte,
juegas con él y lo embaucas.
Suspira por ti. Comprende
que tu ficción nadie atrapa.
Siempre, nunca…
Lontananza.
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