domingo, 2 de abril de 2017

BICIS QUE NO PITAN

Cada vez que salgo a dar un paseo, me pregunto cómo es que vuelvo entera a casa. Aunque existe el carril para bicicletas, hay un tramo de acera que es compartido por peatones y ciclistas. Pues bien, raro es el día que no coincido con alguna o con varias bicicletas. Estoy empezando a cogerle miedo a ese tramo. Si vienen frente a mí, ningún problema, salvo que se les descontrolara la dirección, cosa improbable. Lo malo es cuando vienen a tu espalda. No ha habido una sola, hasta el momento, que haya tocado el timbre para avisar de que va a pasar y adelantarme. Yo no las oigo, son muy silenciosas y el ruido del tráfico encubre el de ellas por completo.
Deben pensar que, puesto que te ven, te tienen controlado. No es cierto, existen reacciones imprevistas que no te esperas ni tu mismo: una avispa que se te acerca de repente y quiere hacerte una caricia, entonces vas y te apartas de ella repentinamente; algún obstáculo o impedimento en el suelo, debido al cual te desvías unos metros de tu dirección.
Ya solo, aunque no me derriben o me pasen por encima, me provocan una alteración de vez en cuando. Son muchos los sustos que me han dado. Y no exagero al decir que alguna vez me han rozado la ropa, Pero las dichosas bicicletas, o mejor sus conductores no tocan jamás el timbre, que para eso lo llevan.

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