lunes, 17 de junio de 2019

NO LES HAGAS CARGAR CON TUS CULPAS

Hoy he salido pronto a dar el paseo y he atravesado por delante de un colegio. Al sonar la sirena, todo el alumnado que pululaba por el patio fue pasando al interior, las familias se marchaban y enseguida el  patio quedó callado y solitario. Camino unos metros, y veo acercarse, con la lengua fuera, a una madre que tiraba de la mano de su hija, de unos cinco años. Se dirigían a la entrada. He tenido que contenerme para no echar en cara a la mujer su falta de tacto y de consideración con la pequeña; su lamentable forma de educar. Le iba soltando los siguientes reproches:
—¡Lo ves! Todos los días llegas tarde a clase. La tutora debe de estar harta de ti. Así no puedes seguir, tienes que darte más prisa con el desayuno. Cogerás fama de tardona.
Ella sí que está convirtiendo a su niña en tardona y le está grabando a fuego en la mente esa característica para siempre. Yo miraba a la niña y me imaginaba su abatimiento y estado de ánimo: primero, la regañina de mamá; luego, entrar en el colegio cuando todos los alumnos están en clase, el mal trago de verse obligada a aparecer cuando sus compañeros ya se han sentado, e interrumpir; posiblemente, ser reprendida por la profesora, soportando en su interior un insoportable sentimiento de culpabilidad.
Esta pequeña es sometida a una tortura diaria. Su madre le recrimina el retraso y descarga sobre ella su propia culpa y su falta de responsabilidad. Así se desahoga, y tranquiliza su conciencia. Una niña de esa edad no está preparada para asumir la carga que su madre deja caer sobre ella. No solo la daña, sino que le está haciendo asumir e incorporar a su perfil la etiqueta de impuntual.