domingo, 30 de diciembre de 2018

ÁLBUM DE FAMILIA


Adriana puso el mantel navideño, un camino de mesa dorado, el menaje reservado para las ocasiones especiales y unas velas. Distribuyó los canapés por el centro y apagó el horno. La cena de Noche Buena estaba lista. Se puso el abrigo, tomó la bolsa con el álbum y se encaminó al centro de la ciudad. Las calles bullían, los transeúntes caminaban entusiasmados en todas las direcciones, los rezagados ultimaban sus demoradas compras navideñas.... Echó un vistazo a los bancos y seleccionó el más apropiado. Colocó el álbum sobre sus piernas y esperó. Enseguida se sentó a su lado un hombre de mediana edad. Adriana le felicitó las fiestas y entabló conversación.
 —Bonita época, ¿no le parece?
—Sí, sí, muy bonita.
—¿La pasará usted en familia? ¡Vaya! Perdone mi indiscreción, no tiene por qué responder. Yo la celebraré con los míos. Desde hace muchos años nos reunimos en fechas tan señaladas. Aquí tengo precisamente las fotos de todos. ¿Desea que le muestre alguna?  —Sin arriesgarse a un no por respuesta, abrió con premura el álbum y comenzó a enseñárselas.
Repitió la táctica cuantas veces pudo. Algunas personas lo ojeaban con desgana y de soslayo; por inercia, más que otra cosa. Los menos manifestaban cierto interés e incluso preguntaban, tal vez por compasión hacia la anciana. La mayoría se levantaba y se iba, sirviéndose de pretextos banales. No obstante, tan poca cosa bastaba para que Adriana regresara a casa ufana y contenta, satisfecha la necesidad de presumir de familia.  
Guardó el álbum y se levantó. El frío, inclemente, comenzaba a clavarle gélidas agujas en sus frágiles huesos. Por el camino hizo balance de la jornada. No se había dado mal: alrededor de una docena de personas, mal que bien, miraron las fotos familiares. Apenas traspasó el umbral, se fue derecha a calentar sus ateridas manos en la estufa; ni siquiera las sentía. Cuando el reloj dio las nueve, abrió el álbum y lo colocó de canto, en un extremo de la mesa.
—Poneos cómodos, ha llegado la hora de cenar. No sin antes deciros, querida familia, lo mucho que agradezco que un año más nos encontremos juntos, ya sabéis que vuestra compañía lo es todo para mí.
Sirvió los entrantes y, al acabar, retiró los platos. Lo mismo hizo con la crema de almendras, con el asado y con el postre. Cuando llegaron los turrones, descorchó una botella de champagne y llenó las dos copas.
—Brindemos por todos nosotros y por nuestros entrañables momentos. ¡A vuestra salud, queridos!
Se acercó a la copa junto al álbum y entrechocó ambos cristales. Puso música navideña, bebió y habló hasta la media noche. El ritual se repitió con exactitud en los días festivos que sucedieron. El Día del Año, su brindis fue el siguiente:
—Lamentablemente, esta será la última comida que celebremos juntos, tengo demasiados años y mi corazón va dando avisos de cansancio. No ha existido mejor familia que vosotros. Nunca me habéis fallado y habéis colmado de felicidad mis vacíos y mis eternas horas de soledad. No debéis entristeceros, la próxima Navidad la disfrutaremos con un nuevo miembro, que pronto conoceremos. No tiene a nadie a quien recordar. Nos necesita tanto como yo os he necesitado.
El día de Reyes, acarició con cariño, repetidas veces, la cubierta del álbum y lo envolvió con un bonito papel de regalo. Pegó en el anverso un lazo y una tarjeta, y sin más dilación, se dirigió al orfanato.
—Pase, Adriana, nuestra preciosa Sara y yo la esperábamos —dijo una simpática monja.
Adriana le dio dos besos a la pequeña de doce años, cuyos ojos eran la expresividad misma.
—Las voy a dejar solas para que conversen a gusto y cuanto quieran.
Después de una amena charla y algunas explicaciones, Adriana entregó el regalo a la pequeña Sara. Se despidieron con un fuerte abrazo y con los ojos vidriosos por la emoción. La niña, con el álbum apretado contra su pecho, no apartó los ojos de la mujer hasta perderla de vista. Adriana prefirió no mirar atrás. Vagó por las calles tan perdida y solitaria como su alma. Al entrar en casa le cayó el vacío encima, se enjugó las lágrimas con un revés de mano. «¡Qué más da! —se dijo—. Me reuniré con ellos enseguida y definitivamente». Se acomodó en el sofá y ancló la memoria en un punto muy lejano del pasado. Solo tenía once añitos, cuando una anciana se presentó en el orfanato donde residía y le regaló un álbum de fotos:
No la conoces todavía,  pero esta es tu familia. Nunca la abandones, te necesita para seguir viviendo en el recuerdo. Mi vida se va apagando, ya solo nos quedarás tú. Siempre estaremos a tu lado. Mira estas dos fotos, soy yo: de joven y como me ves ahora. La primera página está libre, reservada para ti. En las siguientes se encuentran los demás, con su nombre rotulado al pie.
Mientras la desconocida desaparecía Adriana abrazó el álbum. Jamás olvidaría a la afectuosa mujer que le había regalado a su familia.

domingo, 25 de noviembre de 2018

INTERACCIÓN


Se deslizó la sombra por mi blancura, se alimentó de nata, y amamantó mi cuerpo
de lujuria. Goce diáfano que traspasó mis brillos, y ardí en la llama
que apaga la cordura.
Corté la brida.
Desmenucé
roces lascivos.
Yo le exigía más, cuanto más daba.
Me prodigó de noches y de orgías hasta que rebosé, saciada.
Identidades yermas; y entre permutas de plenos y vacíos, devení umbría y ella... fue flama.

sábado, 3 de noviembre de 2018

REGRESO AL CAMPOSANTO

                  Ni aun en pleno vuelo, Mercedes acababa de creerse que el viaje fuera real y no un sueño. La excitación la embargaba. Después de tanto tiempo y de los múltiples intentos truncados, volvía para reencontrarse con Sergio. Partió para México poco después del entierro, porque debía romper con sus recuerdos antes de que los recuerdos la fragmentaran a ella. Ahora, al cabo de los años, se sentía preparada para enfrentarse a la angustia. Sus ansias de visitarlo, de conversar con intimidad y depositar unas flores en su tumba eran irrefrenables. 
        Al adentrarse en el cementerio y pensar en los pocos metros que los separaban, se le encogió el alma. Le costaba localizar la tumba, pues la ubicación se extinguió en su memoria. Hubiera pedido información, pero ¿a quién? Nadie existía ya que tuviera algo que ver con Sergio. ¡Qué solo se quedó el pobre…! Ni un alma para llorarlo, ni un alma para visitarlo; salvo ella, que lo abandonó. Por eso, ahora, por su amor, debía ocuparse de él.   
        ¡La halló! A sus pies: la tumba, su nombre, aquel que tanto amó. Latió su corazón, colmado de reencuentro. «¡Hola, mi amor! Al fin juntos tú y yo». Las lágrimas fluyeron. Se acuclilló junto a la lápida y colocó las flores. Posó su mano sobre ella y suspiró. Mientras acariciaba el nombre y el epitafio, inició un entrañable diálogo, en el que le musitaba, mientras infería las respuestas de él. El sol caía, pero los plomizos nublos impedían el resplandor de su nimbo. La lluvia amenazaba. 
        «Es la hora de dejarte, amor, pero aún me restan varios días para acompañarte. Después… volveré a mi tierra. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte, la vida es muy breve y la muerte cierta. Nuestro reencuentro definitivo no tardará. Cierto es que a mí el distanciamiento se me antojará infinito, pero para ti, allí donde te encuentras, supongo que consistirá en un lapso efímero. Hasta mañana, vida mía».
        La tarde se agriaba, tanta soledad y silencio la intimidaban. Deseaba verse fuera cuanto antes. Desorientada, concentrada en hallar la salida, no afianzó los pasos. Resbaló, el terreno se desmoronó bajo sus pies, perdió el equilibró y cayó. El golpe y el dolor fueron inmensos, pero fue mayor el pánico de verse atrapada dentro de una fosa vacía, recién removida. Al observar tan reducido espacio, un terror visceral la paralizó. Nada. Ni un solo objeto del que servirse para trepar. Incluso con los brazos estirados, no alcanzaba el borde. Su respiración se volvió dificultosa, jadeante. La voz se le asfixiaba al querer gritar; cuando la recuperó, explotó en súplicas de auxilio. Solo el silencio respondía. Examinó y palpó las paredes del enterramiento, buscó grietas a las que sujetarse. Luchó por encaramarse, pero pies y manos se le deslizaban y se escurría de nuevo hacia el fondo. Se descalzó, golpeó frenética las paredes con los tacones, para abrirles mellas. Acometió conatos de escalada una y otra vez. Sin descanso. Con desasosiego. Sin éxito... En un desesperado intento, consiguió alcanzar el borde y apoyar los brazos. Paseó la vista por entre las tumbas. Sintió alivio cuando divisó a una mujer, postrada ante una lápida. Sin embargo, las consumidas voces no la inmutaban. Mercedes desgarró el tono.
            «¡Socorro! ¡Ayúdeme a salir de este hoyo, por favor!».
         La mujer, al oírla, volvió la cabeza y la observó atentamente. Palideció: aquellos brazos, aquella cabeza asomando de una sepultura… Se levantó de un salto y corrió espantada. Las fuerzas de Mercedes flaquearon, tanto ella como su ánimo se precipitaron al vacío. Volvió a caer. Oscurecía. Desamparada y sentada en la fría tierra, hundió la cabeza entre los brazos y lloró desconsoladamente.
         Unas gotas de lluvia en la cabeza la alarmaron. Desquiciada, frenética clavaba las uñas en la tierra y escarbaba. Introducía las puntas de los pies incluso donde no existían huecos. Las uñas se le rompían, la piel se le desollaba; sangraba. Su resistencia se agotaba. Llegaron hasta ella ruidos y rumores desde el exterior. Gritó y chilló hasta casi reventarse los pulmones. Se desgañitó. Luego…, el silencio. La desesperación y la ansiedad le dieron el coraje suficiente para no rendirse, para seguir peleando contra la gravedad y la inconsistencia del barro. Inexplicablemente, logró apoyar un codo en suelo firme, después el otro. Los pies arremetían contra la pared para impulsarse. Pegó el tronco a la superficie, estiró los brazos y reptó. Cuando vio todo su cuerpo liberado, creyó en los prodigios.
          Una silueta caminaba en su dirección, pero casi no la distinguía. Mercedes apenas se mantenía en pie, así que avanzó hacia ella pausadamente, medio doblada, haciendo señas con la mano. 
              «Me ha visto. ¡Gracias a Dios estoy salvada!».
           A partir de ese momento su mente se desconectó. No fue consciente de lo que siguió después, salvo que llegó al hostal hecha un despojo: cubierta de lodo, con magulladuras y moratones, brazos y piernas ensangrentados, demacrada... Le sorprendió que el recepcionista no saliera corriendo al ver su apariencia casi espectral. En primer lugar, se relajó con una ducha larga y caliente. Luego rebuscó en el botiquín y se desinfectó a conciencia las heridas. Por fin, dolorida y exhausta, se tumbó en la cama y encendió la televisión. Los párpados se le caían, una súbita paz interior se apoderaba de ella. Casi vencida por el sueño, reaccionó ante una noticia de última hora:
         «Un cadáver, en un estado lamentable, ha sido hallado en el cementerio del Oeste. Lo descubrió el encargado del cierre, quien, tras escuchar unos extraños alaridos, inspeccionó el camposanto. Solo alcanzó a ver cómo alguien arrastraba un cuerpo y salía huyendo al detectar su presencia. La policía que investiga el caso aún desconoce los hechos, lo único que se puede adelantar es que se trata de un crimen».
          A Mercedes se le desencajaron los ojos. Se levantó y se pegó al televisor. Era incapaz de apartar la vista de la imagen que mostraba la pantalla:
           «Pero… esto…, no… ¡No lo creo! ¡¡Es imposible!!», se repetía, descompuesta y lívida.     

     

viernes, 19 de octubre de 2018

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS ALCANZABLES


Las preciosas estrellas de papel se van amontonando en la maqueta que mi pequeña y yo hicimos juntas. A ella se le ocurrió construir ese gran pequeño universo de esperanza para depositar una estrella por cada angelito de la Unidad de Oncología Pediátrica que… “partía”. Tengo que agrandarla; apenas me caben ya, pues me he saltado las reglas. ¡Mi hija sabrá entenderlo, lo sé! Desde que emprendió el mágico viaje, por cada lágrima derramaba añado una con su nombre. Y junto a su nombre anoto un deseo, en nuestro particular mundo de ilusión se cumplen todos.

lunes, 15 de octubre de 2018

ENTUSIASMO POR ENSEÑAR A LEER


Incidiendo en este importante tema de aficionar a leer a nuestros hijos, del que ya he puesto otras entradas, he de contaros un hecho que observé hace unos días, que me entusiasmó. Me pareció una estrategia fabulosa para estimular el deseo de leer.
Dos niñas, de seis y cuatro años, jugaban a secretaria y clienta. La mayor le enseñaba cosas a la pequeña. La madre aprovechó la coyuntura y le dijo: «¿Por qué no le lee usted un cuento a su clienta, señora secretaria?». Así lo hizo. La madre, al ver tan entrañable escena, sacó el móvil y lo grabó. La mayor, cuando se enteró casi al final, se sintió radiante, y se le iluminó la cara. Enseguida fue a pedirle a su madre que le mostrara la grabación. Era una delicia contemplar en la niña esa expresión de felicidad y autoestima al verse a sí misma tan importante como para encargarse de leer a su hermana pequeña un libro, casi alcanzando el puesto de los padres. Luego fue y le dijo a su madre: «Podía contarle un cuento todas las noches, pero es que me parece como que me da un poco de pereza, pero se lo voy a contar dos o tres días».
¿No es una estrategia ideal para inculcar la lectura? La niña leía de verdad, pero incluso, aunque no lo hicieran, siempre podríamos ofrecerles el libro y sugerir que se lo inventaran. Eso también avivaría los deseos de aprender cuanto antes.

lunes, 8 de octubre de 2018

ENTRE LÍNEAS Y ENTRE OTOÑOS

EL RETIRO-TINADELUIS-La narraTina

Me contaron del Otoño y me inquietaron:
de ocasos y de vejez, de cenizas y tristezas,
de frío y viento, de sombra y bruma
¡infaustas notas! lo tildaron sin clemencia.
De historias tristes, sin poesía...
se acuerda Manuel Machado en esos tiempos.
Curioso parecer, dado que otoño inspira eternos versos...
Hoy una mano de congoja llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma,el de Neruda—, caen hojas.
Caen despojadas frondas, sí, pero no todas;
algunas se perennizan, con su brillo y con su savia.
Y enamoran. Tentadores frutos son recolectados.
Miguel Hernández se lamenta: Todo es crepúsculo…
…otro otoño triste ha llegado sin ti.
Y así versa Octavio Paz en singular anhelo:
Busco unas manos, una presencia, un cuerpo…
… un roce, un son, un giro…
Y quien lo halla… ¿puede recibir mejor ofrenda?
Si hay labios que sueñan labios,
y manos que sueñan pájaros...,
hay corazones que sueñan: aún queda magia.
Aún pululan nuestras ansias por las venas.
Carmen Conde percibió que se deshizo el otoño de sus plumas,
y yo digo que es posible alzar el vuelo con el alma.
El otoño fue remate en mi consciencia, y no es así,
no todo acaba; Juana de Ibarbourou se sincera:
Nuestro idilio comenzó en un otoño. 
Y él siempre me ponía violetas en las trenzas. 
Tan lejano se me figuraba el horizonte que asumí juicios,
fie de letras. Postura ingenua. Cada mortal
vive las experiencias y las aprehende a su manera.
Con llaneza, Gloria Fuertes se descubre:
En el otoño pliso los visillos, estoy como una cabra en primavera.
Gloriosa libertad la de moverse sin cercados. Y por hablar…,
cuánto ajeno a tal edad nos lo cuenta en ocasiones.
No siempre expone su sentencia del otoño el otoñal;
banal, se lo permite aquel que intuye a tientas.
¿Puede cantar al amor quien no lo entiende?
¿Y describir allende el mar quien nunca lo cruzara?
Triste concepto me inculcaron de la trovada estación,
la extirpé de mis quimeras, la temí, la relegué…
Ahora, desde el vórtice mismo de la escala, discrepo.
Comparto, en esta aserción, los ánimos de Darío:
¡Aún hay promesas de placeres en los mañanas!
Salgamos a buscarlas mirando hacia delante por
la alameda dorada que Machado nos precisa.
Se vuelve al fogoso amor en era de descrédito infundado,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste,
nos indica Ángel González en su estrofa.
Por favor, no conviertan el otoño en decadencia,
es plata y oro, ímpetu y calma.
El otoño prende, el otoño quema. Como Darío,
gozad del sol, de la pagana luz de sus fuegos.
Tan ardiente es la vida en el otoño…, que Margarit
ensalza y pule con tesón esa Edad roja.
No entiendo cómo tan penosa imagen me forjaron.
Yo no pujo por finales ni crepúsculos,
reivindico ese otoño de vivencias,
en el que aún se cosecha y aún se siembra,
Juan Ramón Jiménez lo describe con detalle:
 la sencilla mano abierta dejaba la semilla en su entraña. 
Y hace nacer las formas embriagadas, Octavio Paz nos añade,
¡Cuánta belleza!
Me deleita Lugones, cuando afirma:
La… rosa… es más hermosa cuanto más tardía.
incluso del bosque duradero, habla Brines con acierto.
¿No es muy coquetón el otoño de M. Elena Walsh, ese gran señor 
 que colorea?: También es pintor… y del bolsillo
de su pantalón saca un incendio color de limón.
Dicen que el señor tiene en el cielo un enorme taller
donde hará caramelos de azúcar del atardecer.
Locuciones de este encanto se crearon, y perduran.
Yo extrapolo, pues elijo un muestrario de lo hermoso.
No obstante, la vida es bella, Rubén Darío proclama,
lavemos bien de nuestra veste la amarga prosa,
aún siente nuestra lengua el gusto de la manzana.
Apartad el temor que os hiela y que os restringe.
De esa forma gratifico al sentimiento y me complazco,
porque así me lo pide el corazón y así lo quiero.
Son otras fechas y momentos los que marchan.
Tal vez antaño vistió otro modo. O quizá, se anticiparon
consecuencias. Y acabo, ¿o comienzo?,
con los versos sabios de J. Ramón Jiménez, donde el otoño
se lleva al infinito el pensamiento. ¡Encantamiento de oro!
…en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, 
la vida se desnuda, y resplandece.
Yo la emulo, y me desnudo de aflicción y pesimismo.
Mi elección es este espacio y sus cadencias. Me arrellano
en el remanso que, aun nostálgico, se renueva y entreteje. 
El invierno aún queda largo…, tras senda seductora y complaciente.


domingo, 26 de agosto de 2018

VAYA LATA CON LA LATA


Playa del Mediterráneo - La narraTina
Voy a intentar redactar esta anécdota, real como la vida misma, con la mayor gracia posible, aunque es difícil transmitir el hecho con palabras. Grabado por la “cámara indiscreta” sería para partirse de risa. Tratad de representarlo mentalmente y veréis. Ahí va:

Caminaba por la playa, con el agua por encima de las rodillas. Mi pie topó con un objeto:
«¿Qué es esto? ¡Una lata de refresco! Lo que faltaba, ¡hasta en la playa! ¡Si está cerrada! Será que se le ha caído a alguien. ¡Mira que bañarse con ella…!», todo esto pasaba por mi cabeza.
Miré alrededor por si alguien daba muestras de ser el dueño. El más cercano era un hombre, de unos setenta años, sentado en una roca a pocos pasos de la orilla. No creí conveniente volver a dejar la lata en el mismo sitio y fui a colocarla sobre dicha roca, en lugar bien visible. El hombre ni se inmutó, como si no me viera.  Seguí mi paseo. Me alejé mirando cada poco hacia atrás. De pronto veo que el “Señor de la roca” se levanta y deja la lata otra vez en el agua, donde la encontré. Ya os podéis imaginar mi sorpresa.
«Discrepa de mí —me dije—. Pensará que el dueño la buscará en el lugar exacto donde la perdió».
Deshice el paseo por el mismo recorrido.
«¿Seguirá la lata en el mismo sitio?», me preguntaba.
El hombre, que me vio llegar, se levantó como alma que lleva el diablo, se apresuró a sacar la lata del agua y a ponerla sobre la roca de nuevo. Se sentó y puso cara de póker. Cuando yo pasé por delante, él miraba al infinito, fingía indiferencia, solo le faltó silbar. Mi desconcierto era total y absoluto.
«¿A qué vendrá esto? ¿Creerá que voy a enfadarme si no está el bote donde lo dejé y me lo encuentro de nuevo en el agua? ¿O temerá que esta vez me lo lleve conmigo?».
Seguí de largo, carcomida por la intriga y conteniendo mis ganas de sonsacarle. Por supuesto, no dejé de observarlo, de reojo. ¡¡¡Se repitió la escena!!!: volvió a dejar el bote en el agua. De pronto lo entendí todo:
«¡Pone el refresco `a refrescar´! ¡Es suyo! Vaya fresco».
Seguro que pensó: «Uy, esta… ¡Qué “rebote” va a pillar si se tropieza otra vez con el bote!». Pero ¿por qué se hizo el desentendido? Supongo que le daría vergüenza, o temería que la gente se tropezara y le echara la bronca.
Rebobiné toda la escena en mi mente, su trajín: que si pongo la lata en el agua, que si ahora me la quitan; que si la vuelvo a poner, que si la vuelvo a sacar… En fin, cosas raras tiene la vida (y seres).
Me dio la carcajada, y me sigue dando cada vez que lo recuerdo.

jueves, 16 de agosto de 2018

LOS MORADORES DE LAS PLAYAS

Tina de Luis -  La narraTina - Sombrillas

¿Quiénes son los más madrugadores en ambientes vacacionales?
Entre otros, los corredores, los ciclistas, los que pasean perros, una servidora  y… los moradores de la playa.
Dichos seres, a las ocho de la mañana o ¡aaantes!, se equipan con sus sillas y sombrillas, se posan en la arena y colocan estos enseres en los mejores puestos y en primera línea, eclipsando todo espacio. Este fenómeno es habitual en los últimos años. Tal vez antes, no tengo certeza. Es difícil desentrañar este misterio, ni los científicos más avezados logran descifrarlo. ¿Cuáles son los derechos adquiridos para gozar del privilegio de sus parcelas de playa particulares a las que otros no pueden acceder? ¿La edad? ¿Derechos auto-otorgados que los demás no sabemos o no nos parece propio otorgarnos? Tenemos censores que nos lo impiden: la lógica, el sentido común, el razonamiento, el respeto a los demás… ¿O tal vez el hecho de plantar en ellas estos elementos básicos? Y lo de plantar es casi, casi literal, pues cuando algunos van a retirar sus sillas, a avanzadas horas de la tarde, tienen que tirar con fuerza para extraer las raíces que han echado.
Hay algunos una pizca más considerados, que dejan a un representante en la orilla, custodiando las silla propia y la de otros quince o veinte. 
Estos entes moran en las playas (solo les falta pernoctar). ¡Hay que tener ganas! Como ya he dicho, se asentarían en ella con la salida del sol (lo hacen algo más tarde porque antes no les dejan) y se despiden con el ocaso. Durante todo ese tiempo, ocupan su puesto de honor, charlan, otean el horizonte (hacia atrás no miran, por si acaso) y se dan algunos chapuzones.
He visto llegar a familias con niños pequeños y no poder los pobres jugar apenas con la arena y hacer castillos, en la orilla, por falta de espacio. Los mejores puestos fueron reservados muy temprano por los impertérritos moradores de la playa.

         Para que os riáis (si ello es posible), como hice yo al ver una toallita de rafia sujeta por cuatro piedras en las esquinas, para asegurarse y reservar la sombra de dos palmeras. Obsérvese detalle

               








domingo, 12 de agosto de 2018

SARNA SIN GUSTO ME PICA

La narraTina - Basura

Tina de Luis -  La narraTina - Plásticos


Yo soy, de siempre, señores, 
un espécimen extraño.
Amo la naturaleza,
la cuido, protejo el medio
y preservo ecosistemas.
¡Ya ven!, lo que otros destrozan,
yo lo reparo. ¡Qué raro!
Me gusta limpio el entorno.
Cuando los demás lo ensucian
me cabreo, me reboto.
Soy el Diógenes "pseudo",
el ente deambulante,
el fantasma de lo inmundo,
morador que, entre basuras,
ronda, retirando escoria,
que esparcen los caraduras.

Amo las ciudades limpias,
los espacios saneados,
los campos libres de latas…
Hay quien gusta lo contrario.
Necio morbo encuentra en ello
y tiende a justificarlo,
sin entender que, así, vierte
brozas sobre su tejado.
Preservo y no enturbio el agua,
no contamino las playas,
ni los montes intoxico.

Reciclo con mucho esmero, 
no infecto como las ratas,
como hacen los majaderos.
Incluso 
hediondos rincones
limpio y repaso. ¡Carajo!
Cuando me ven recogiendo
la mierda que otros arrojan,
suelo oír, sin disimulos:
«Este tío es gilipollas
».
Pueden pensar lo que gusten,
a mí no me importa un bledo.
Y ¡qué quieren que les diga!,
de casta le viene al galgo.
Está en mis genes cuidar
el mundo que nos prestaron,
para que gocemos todos
los de ahora y venideros.
Y así, entre disgusto y pena,
limpio, recojo y arreglo.
Yo hago mi labor, ufano,
a pesar de que me insulten,
de que me llamen chiflado.
Aunque incomode a los gochos,
sigo, implacable, y practico
mi gran pasión de verano.
                                                                                                 Tina de Luis

martes, 7 de agosto de 2018

TORNASOLADOS

Tina de Luis -  La narraTina - Sol
Se me acercaba.
El alba, enredado en su cabello,     
vertió sus rayos.
De cada uno, seguí la estela.

Libé su néctar
de malva, lirio y de sanjuaneras.
Sabor a mieses,
en paladares de gozos tibios.

Fusión de esperas.
Como a la escarcha me ha diluido
su etérea llama.
Dancé en su pira de espumas huecas.

Prendí perseidas,
pinté las huertas,
conté la arena,
cabalgué montes,
amansé fieras,
sembré las aguas...
Su ardiente ánimo
me confortaba.

Rozó su aliento
mi piel morena, mi cuello inhiesto.
Me inoculaba
brillo en el alma, fuego en las venas.

Tras de sus pasos,
jornadas locas, noches en vela.
Sueño ligero,
como fragata que apura el vuelo.

Y juntos somos:
huella en caminos,
alas del viento,
sombra en la estepa,
vela en navío,
flor en la roca,
cobijo y siesta
del peregrino.

Frente a los trigos,
mecen y guiñan los girasoles
sus mil pestañas,
que el pintor plasma con pincel mago.

En nuestro lecho
tules hialinos, festoneados
con luna llena.
Trémulo el cuerpo, de sed, me abrasa.

Y en lontananza,
con el crepúsculo ceñido al talle,
mi recio estío, 
cálido amante, se me derrama.

                                                                                                Tina de Luis


                                                 

viernes, 3 de agosto de 2018

ÁNGEL - SARAH MCLACHLAN - LETRA TRADUCIDA



Tina de Luis - La narraTina - Nubes y cielo
Spend all your time, waiting for that second chance,
Gastaste todo tu tiempo, esperando una segunda oportunidad,
for the break that will make it OK.
por la ruptura que te hará estar bien.
There's always some reason to feel not good enough,
Siempre hay una razón para no sentirte suficientemente bien,
and it's hard at the end of the day.
y es duro al final del día.
I need some distraction or a beautiful release.
Necesito alguna distracción o una bella liberación.
Memories seep from my veins.
Los recuerdos se destilan de mis venas.
Let me be empty and weightless and maybe
Déjame que esté vacía o sin peso y quizá
I'll find some peace tonight.
encontraré alguna paz esta noche
in the arms of the Angel far away from here.
en los brazos del Ángel lejos de aquí.
From this dark, cold hotel room, and the endlessness that you fear
Desde esta habitación de hotel oscura y fría, y la infinitud que temes,
You are pulled from the wreckage of your silent reverie,
eres separado de los restos que han quedado de tu ensoñación silenciosa
You're in the arms of the Angel; may you find some comfort here.
Estás en los brazos del Ángel; puedes encontrar algún consuelo aquí.

So tired of the straight line, and everywhere you turn
Tan cansado de la línea recta, y donde quiera que giras
there's vultures and thieves at your back.
hay buitres y ladrones a tu espalda.
The storm keeps on twisting, you keep on building the lies
La tormenta sigue girando, tu sigues construyendo las mentiras
that you make up for all that you lack.
que tú inventas por todo lo que careces
It don't make no difference, escaping one last time.
No significa ninguna diferencia, escapando una última vez.
It's easier to believe
Es más fácil creer
in this sweet madness. Oh, this glorious sadness
en esta dulce locura. Oh, esta gloriosa tristeza
that brings me to my knees.
que me pone de rodillas.

In the arms of the Angel far away from here.
en los brazos del Ángel lejos de aquí.
From this dark, cold hotel room, and the endlessness that you fear.
Desde esta habitación de hotel oscura y fría, y la infinitud que temes,
you are pulled from the wreckage of your silent reverie
eres separado de los restos que han quedado de tu ensoñación silenciosa
In the arms of the Angel; may you find some comfort here.
En los brazos del Ángel; ojalá encuentres algún consuelo aquí.
You're in the arms of the Angel; may you find some comfort here.
Estás en los brazos del Ángel; ojalá encuentres algún consuelo aquí.
                                                                                          
                                                                                                               Por Tina de Luis

Enlace de descarga del PDF:
https://drive.google.com/open?id=1xrBOVJj9oVP_1OT4mJG25cMq8BUWfBgZ

Enlace de la canción:
https://www.youtube.com/watch?v=i1GmxMTwUgs

Archivo del blog