Incidiendo en este importante tema de aficionar a leer a nuestros hijos, del que ya he puesto otras entradas, he
de contaros un hecho que observé hace unos días, que me entusiasmó. Me pareció
una estrategia fabulosa para estimular el deseo de leer.
Dos
niñas, de seis y cuatro años, jugaban a secretaria y clienta. La mayor le
enseñaba cosas a la pequeña. La madre aprovechó la coyuntura y le dijo: «¿Por
qué no le lee usted un cuento a su clienta, señora secretaria?». Así lo hizo.
La madre, al ver tan entrañable escena, sacó el móvil y lo grabó. La mayor, cuando
se enteró casi al final, se sintió radiante, y se le iluminó la cara. Enseguida
fue a pedirle a su madre que le mostrara la grabación. Era una delicia contemplar
en la niña esa expresión de felicidad y autoestima al verse a sí misma tan
importante como para encargarse de leer a su hermana pequeña un libro, casi alcanzando
el puesto de los padres. Luego fue y le dijo a su madre: «Podía contarle un
cuento todas las noches, pero es que me parece como que me da un poco de
pereza, pero se lo voy a contar dos o tres días».
¿No
es una estrategia ideal para inculcar la lectura? La niña leía de verdad, pero
incluso, aunque no lo hicieran, siempre podríamos ofrecerles el libro y sugerir
que se lo inventaran. Eso también avivaría los deseos de aprender cuanto antes.
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