Charlotte, de cuarenta y seis años, era una mujer
emprendedora, decidida, independiente, luchadora y de sólidos criterios. Por
motivos laborales tuvo que trasladarse, y se instaló en un elegante barrio
residencial; de costumbres bastante puritanas, al parecer.
La primera jornada fue agotadora e intensa, de un
calor, insoportable. Al llegar a casa lo primero que hizo Charlotte fue darse
una buena ducha y salió en bata a la terraza, para relajarse mientras se tomaba
un refresco.
Los vecinos que vivían frente a la casa de
Charlotte, se escandalizaron de ver a su vecina en el balcón con una ropa tan…
ligera y al día siguiente enviaron al conserje con un recado:
—Sus vecinos me mandan decirle que si puede ser
usted tan amable de no salir a la terraza en bata.
Charlotte asintió. A la siguiente noche salió a la
terraza con un picardías.
De nuevo acudió el conserje a pedirle, en nombre de
sus vecinos, que fuera tan amable de no salir a la
terraza tampoco con esa ropa de dormir. Charlotte asintió y horas más
tarde se tomó su refresco en la terraza, en ropa interior.
Por tercera vez acudió el conserje a su casa y le
transmitió la siguiente petición:
—Dicen sus vecinos que si tendría la
amabilidad de salir a la terraza en bata.
Esta
vez Charlotte sí les dio gusto e hizo lo que le pedían.
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