martes, 3 de abril de 2018

PLATAFORMAS


Tina de Luis -  La narraTina

La niña miró hacia arriba con expresión melancólica y dejó escapar un suspiro, soñaba con un lugar mucho más allá de las estrellas. En la Tierra se sentía aprisionada, y el Cielo era el único escape que se le ocurría.  
«¿Cómo alcanzar las nubes sin tener alas?, cavilaba. ¡Ojalá pudiese llegar hasta ellas!».
Carli se extasiaba con el firmamento; pero, desdichadamente, inmensos nubarrones grisáceos lo cubrían por completo desde hacía tiempo. Entre todos ellos se destacaba una nube, que Carli diferenciaba con facilidad. No dejaba de contemplarla porque creía percibir vida y sentimientos en ella; también tenía la sensación de ser observada, a su vez, por dicha nube.

En la nube:
—No me gusta nada este trabajo, Aler, cada día me fastidia más ocuparme del mantenimiento de esta plataforma inútil.
—No te entiendo, Eben. A mí me apasiona. En cambio, las demás me resultan insulsas.
—¡Cómo puede gustarte una estructura que solo se usa para ubicar los elementos fallidos! ¿Qué encuentras de interesante en ella? Alberga criaturas incoherentes, insatisfechas, inestables... Todo lo basan en eso que llaman Fe y no comprenden la razón de nada que levite unos metros por encima de sus cabezas. Donde estén las otras plataformas, tan animadas y alegres, tan organizadas y serenas..., que se quite esta.
—¡Y en qué quieres que piensen, por denominarlo de algún modo, unos elementos con tantas limitaciones! Ellos no tienen la culpa de los errores cometidos en su elaboración. De no ser por eso, no habrían sido ubicados en esta plataforma de taras. ¡Bastante infortunio les ha tocado en suerte!
—Hablas como si se tratara de seres genuinos y existenciales. Aunque, mira, a mí todo eso me tiene sin cuidado. Yo lo que te digo es que el trabajo en esta sección está muy poco valorado. A los Honorables este reducto no les importa un quark. Si no fuera por los Ideadores..., se habría desarticulado hace mucho. Fíjate lo poco que interesa que ya ni se cuidan las formas. Al principio, en el control y seguimiento de esta sección del Proyecto, se actuaba con la máxima cautela; jamás se hubiera permitido que nos detectaran. Ahora, ni el menor disimulo. Esta nube tan burda que oculta nuestra astronave casi no sirve ni para despistar a estas creaciones tan insustanciales. ¿Qué ves tú de extraordinario en ellos?, Aler. Son artilugios defectuosos, nada que ver con los ubicados en las restantes plataformas.
—En mi opinión, poseen una idiosincrasia exclusiva: su capacidad de deseo, su multiplicidad de sentimientos, su irrefrenable pasión... Tal vez esa impronta derive de su inconformidad ante la incesante e infructuosa búsqueda de un “algo” que sobrepasa su entendimiento. Los restantes diseños supranimados no necesitan buscar la verdad; para ellos todo está como y donde debe estar. Tampoco vayas a suponer que todos los de aquí me agradan, los hay con taras muy perniciosas. Sin embargo, algunos me resultan deliciosos.
—¡Estás loco! Los sintéticos no sienten, no se enteran de nada, su periodo de caducidad es muy breve. Son una imitación, no auténticos como tú y como yo. Ni ellos ni los de las restantes estructuras.
—Claro que sienten, a su manera. Y mucho. Padecen, sufren, odian, aman. ¿Dónde reside la verdadera diferencia con nosotros?
—Te estás implicando demasiado, Aler, y no es bueno. No es nada bueno. Deberías pedir un traslado.
—Mira estas coordenadas: una pequeña fémina no deja de observarnos. No nos ve, por supuesto, pero nos presiente. Percibo una súplica en su mirada, un requerimiento de consuelo. Me encantaría sacarla de ahí.
—¡Anula esos pensamientos de tu mente! La interferencia está tajantemente desautorizada. Ya sabes lo que pasaría.
—Voy a bajar, Eben, quiero conectar con esa pequeña fémina.
—No te involucres, ¡por favor! No puedes hacerme esto.
—Nadie tiene por qué enterarse.
—¡Me entero yo! Y para nosotros no existe la mentira.
—¿Y qué es todo esto, sino mentiras? Todos los elementos de las plataformas se desenvuelven en un perpetuo engaño. Una ficción.
Aler no atendió a razones. Descendió y se detuvo a escasa distancia de Carli. Esta lo contemplaba embelesada.
—¿Quién eres, un ángel de luz?
—Algo así. Soy tu amigo.
Aler no emitía sonidos, pero Carli lo entendía.
—¿Me llevarás contigo?
—Ahora mismo no puedo, mas estaré siempre a tu lado. ¿Por qué te disgusta estar aquí?
—Hay personas que se portan mal con las otras, muy mal. Mucha gente sufre. Yo quiero ir pronto al Cielo. Aquí, en la Tierra, estoy sola; no tengo a nadie.
Un numeroso grupo de personas, congregado detrás de la niña, contemplaba con fascinación la escena. Carli se arrodillo y extendió sus brazos hacia Aler.
—Te lo ruego, llévame contigo, no me dejes en este lugar desolador.
—Algún día lo haré. No desesperes.
Los espectadores exclamaban: «¡Se le ha aparecido la Virgen!, ¿podéis ver su aureola de luz?». «¡Habla con ella!». «¡Milagro!». «¡Milagro!».
—¿Cuándo volverás?
—Pronto. Espérame aquí cada día y no te olvides: me mantendré a tu lado.
La luz se desvaneció. Los presentes se hicieron a los lados y abrieron un pasillo para que pasara Carli. La “visionaria” caminaba ensimismada, con el alma en otro sitio. Una creciente esperanza alentaba su corazón.

Más arriba. Muy por encima de la nube:

—Me agradan esos seres de luz, seudovitales, Mertia; han salido tan logrados... Casi rozan la perfección. ¡Incluso son capaces de imitarnos y crear rudimentarias plataformas artificiales!
—No sabría decirte. Hay algo en todo este engranaje que no acaba de agradarme. No sé si hacemos bien.





#cienciaficción





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