Me siento casi obligada
a decir la frase: “No sin mi portátil”. Lo necesito para todo: consultas en Internet, compras, gestiones varias, fotos, montajes, escritos… Es, como suelo decir, “una ventana al mundo”.
Pues bien, ayer mi mundo
se tambaleó. Windows10 se actualizó. Como siempre tarda tanto este proceso, aproveché
para tomarme un café. Cuando volví, la pantalla estaba negra (o azul, o vacía…
o como queramos llamar) con el cursor parpadeando arriba a la izquierda. Me
mosqueó mucho, pero soy optimista: “Esto con otro reinicio…, listo”.
Y no fue otro, sino unos cuantos, pero la pantalla se negaba a cambiar y
el Windows 10 no funcionaba.
La moral me bajó bastante; sin embargo, nunca me
rindo. Comencé la búsqueda infatigable en “San Google” y a probar todos los
métodos de blogger@s, amables aficionados y expertos en informática, tecnólog@s...
me iban indicando. Mi caso era rebelde y ninguna página me servía para
solucionar el problema. Chateé también con el servicio técnico de Microsoft,
que medio me desahució.
Me he tirado día y
medio en reactivarlo. Cuando lo logré, brinqué de satisfacción. Le tengo mucho
cariño. Hago respaldos de seguridad con bastante frecuencia, pero ahora, entre
vacaciones y viajes, llevaba desde Junio sin hacerlo. Parte de mi trabajo,
documentos, imágenes… los tengo en pendrive; pero, desde luego, no todo, por lo
cual tenía el doble empeño de salvar mi portátil y no perder nada de su
interior. Hubo momentos de bajón en que estuve a punto de tirar la toalla.
No me alargo más y procedo
a detallar los pasos que seguí, por si algún otro se tropieza con este grave
problema:
Lo primero, para no
llegar a mi situación es disponer siempre de UNA COPIA DE SEGURIDAD, UN DISCO
DE ARRANQUE Y UN PUNTO DE RESTAURACIÓN. Todas o alguna de ellas pueden sacaros
de algún aprieto.
En primer lugar intenté algo tan sencillo como determinar si
se debía al portátil o al sistema operativo. Para ello utilicé un pendrive con
el Ubuntu-Linux que te permite usarlo solo de prueba. Para poder arrancar desde
el pendrive, hay que entrar en la BIOS y seleccionar arranque desde un USB.
Funcionaba perfectamente todo. Descartado el problema de hardware. Por tanto
empecé ya con las diversas formas de entrar en un sistema operativo cuando este
se resiste y que os enumero a continuación:
1 . Se apaga y se presiona
la tecla F8 mientras vuelve a
encenderse.
2 . Se apaga y se enciende
mientras se mantiene pulsada la tecla
Shif (mayúsculas).
3 .
Apagar y encender manteniendo pulsadas a la vez las teclas: Ctr+ Shif+Esc
4 . De no darnos resultado.
Con él encendido probad a presionar simultáneamente las teclas Ctr+Alt+Supr. Con esta combinación se debería
abrir el Administrador de tareas.
5 . En Windows 10 la tecla
F8 parece no servir y aconsejan que se apague
y encienda con el botón de encendido 3
o 4 veces de forma muy rápida. Sin darle tiempo a completar el encendido.
El caso es poder entrar en el sistema operativo Windows 10. Si lo
conseguimos de alguna de estas formas, luego vendría el modo de solucionar
nuestro problema. Para ello hay múltiples páginas Web que lo explican. Esa
sería la segunda parte. Yo me estoy centrando en la primera, la posibilidad de
acceder al PC y de franquear esa odiosa pantalla negra.
Ninguna de estas formas me dio resultado. Retomé entonces el Linux-Ubuntu. Leí que desde este
sistema operativo podría acceder al contenido del PC y rescatarlo. Pero Ubuntu
me decía que no podía llegar al disco duro porque estaba hibernando. Busqué y
busqué páginas que me explicaban cómo montar (entrar en él) el disco duro y ver
su contenido. Seguí las instrucciones de unas cuantas, escribí un buen número
de comandos o repositorios (como se llaman en Linux); nada me daba resultado.
Harta ya de la imposibilidad de arreglarlo, chateé con una empleada de
Microsoft. No me aportó ninguna estrategia nueva. Me deprimió con la sentencia
de:
—Debe reinstalar Windows otra vez.
—¿Y no me borrará los datos?
—Por
si acaso, debería conectar el disco de su portátil con otro PC y hacer un backup, para mayor seguridad. Si usted no puede
hacerlo, recurra a un informático.
Eso se cargó mis últimas esperanzas. El asunto adquiría
muy mala pinta. El enlace de descarga que me dio es este:
Aquí dispones de una herramienta que te permitirá
grabar la imagen de Windows 10 para que se pueda ejecutar desde un DVD o un
pendrive. Yo prefiero este último, es más práctico. Lee bien este apartado:
“Uso
de la herramienta para actualizar el equipo a Windows 10 (haz clic para mostrar
más o menos información)”.
Sigues bien las indicaciones y no tienes
ningún problema. Eso sí, tendrás que descargártelo en otro PC, ya que tu
portátil u ordenador no te funciona.
Estuve barajando la posibilidad de
descargarme alguna aplicación —que las hay— para recuperar los datos antes de
hacer nada, pero decidí probar a arrancar el USB que me había creado, y
comprobar que opciones me iba ofreciendo:
a)
Instalar sin pérdida de datos.
b)
Instalar con formateo completo.
Pero abajo a la izquierda te marca una
opción en letras más pequeñas: “Reparar el PC”.
Por supuesto, yo empecé con esta. Me
salieron varias posibilidades y sin lugar a dudas elegí “Usar un punto de restauración”. Por suerte
tenía uno hecho de dos semanas antes. Esto quiere decir…
“Que hagáis uno ahora mismo”
Es la mejor garantía de no perder un
solo documento ni archivo. Hay que hacerlos cada poco y, fundamentalmente,
antes de instalar alguna nueva aplicación. No solo sirven para conflictos de
arranque, también son convenientes si el ordenador se desestabiliza y comienza
a marchar mal. Regresas al punto donde funcionaba.
Por si decides recuperar tus datos y
documentos antes de elegir otras salidas, hay aplicaciones que se encargan de
ello.
Como ya os he dicho antes, páginas tenéis muchas
explicando a fondo cada paso. Aquí tenéis algunas muestras:
Yo solo
pretendo dejar constancia del proceso que seguí y lo que me dio resultado. Aún
lo tengo fresco, podéis hacerme preguntas sobre ellos y trataré de ayudaros.
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