Pues
bien, tardé en escribir esta última novela alrededor de un año. Ya he comentado
que mis tiempos de escribir son muy variables, pues no deseo renunciar a
actividades de todo tipo, que van surgiendo sobre la marcha, algunas por
compromiso e ineludibles y otras que importan mucho; por ejemplo, las relaciones
con las personas que quieres y aprecias. Cuando dispongo de periodos largos, me
pongo a la tarea y me froto las manos, pensando en lo mucho que voy a avanzar,
pero luego no da para tanto. Las páginas tardan en llenarse, ya que no se trata
de copiar ni de escribir de corrido. Buscas las palabras y expresiones más adecuadas,
vuelves atrás con frecuencia para asegurarte de la correlación y cohesión entre
las partes de la historia. Como en esta novela aparece una cantidad inmensa de
datos, me ha exigido muchas pausas para consultar, comprobar, asegurar...
Referente a esto, aprovecho para destacar uno de los aspectos que más la
caracterizan: lo que se trata estrictamente de la trama, es ficción, pero todo
aquello que la complementa se encuadra en un contexto rigurosamente histórico:
objetos, espectáculos, establecimientos, fechas, lugares, nombres, acontecimientos,
detalles... Incluso la familia que constituye el eje conductual se basa en la
realidad en un porcentaje muy elevado.
A medida que avanzas, compruebas lo anterior, modificas, amplías o recortas; te saltan ideas que vas anotando una y otra vez, para encajarlas más tarde en el lugar o punto adecuado. Llega un momento, al menos en mi caso, en que la novela toma las riendas y casi te dirige a ti. Al ir creciendo, coge fuerza y quiere marcar su propia trayectoria; te hace reconsiderar tus planteamientos, te encamina hacia alternativas razonables y no te queda otro remedio que escucharla. De este modo, van pasando los días y la historia se va nutriendo de contenido y de vida. Ese FIN, que parece inalcanzable, llega, ¡eureka!
Después
vuelvo a leerla entera y despacito. Editada tendrá 400 páginas, así que una
lectura minuciosa ocupa su tiempo. Por último, es el momento de olvidarte de
ella y dejarla reposar dos o tres meses. Ni os imagináis con qué ojos tan
distintos se la ve después. Es lo más cercano posible a una mirada objetiva
desde la posición de escritora. Y mientras reposa, tu mente no descansa, le da
vueltas a la portada que le iría bien, al título (una lista de 200 tengo
escrita), que, por cierto, voy a anunciar ya:
LOS ACORDES ROTOS DEL DESTINO
Cuando la lees de nuevo, vuelves a cambiar bastantes cosas. Y ya llega el momento en que la crees preparada para remitírsela a tu editorial.
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