Pero
escribir, escribía: relatos, historias, cuentos..., que, al finalizarlos, se
quedaban mudos, almacenados en el cajón de los olvidos. Por fin llegó mi
momento: la materialización de un largo sueño. Tal vez porque mi tiempo se
despejó ligeramente, quizá una escalada de la motivación... Sobre todo, por el
empujoncito de dos personas de la familia, muy queridas, que me informaron y
animaron a enviar algo a una editorial que iniciaba una colección de libros
infantiles y juveniles. Gracias a ellos me lancé y escribí mis dos primeras
novelas para niños. Ambas les interesaron y me las editaron. El día que recibí
la comunicación flotaba. Os aseguro que mi emoción y mi entusiasmo fueron tan
inmensos que no encuentro palabras para expresarlo.
Ya
nunca lo dejé del todo, aunque tuve temporadas de intensa actividad en otros
terrenos y muy poca en este. No obstante, sigo en ello, con mis variados
escritos, que me llenan y me satisfacen.
Como
decía en la primera entrega, no todo lo que hacemos por gusto tiene que ser
sencillo. Escribir un libro, una novela es complicado. Se empieza por...
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