domingo, 27 de febrero de 2022

ESCRIBIR UNA NOVELA IV

Pues bien, tardé en escribir esta última novela alrededor de un año. Ya he comentado que mis tiempos de escribir son muy variables, pues no deseo renunciar a actividades de todo tipo, que van surgiendo sobre la marcha, algunas por compromiso e ineludibles y otras que importan mucho; por ejemplo, las relaciones con las personas que quieres y aprecias. Cuando dispongo de periodos largos, me pongo a la tarea y me froto las manos, pensando en lo mucho que voy a avanzar, pero luego no da para tanto. Las páginas tardan en llenarse, ya que no se trata de copiar ni de escribir de corrido. Buscas las palabras y expresiones más adecuadas, vuelves atrás con frecuencia para asegurarte de la correlación y cohesión entre las partes de la historia. Como en esta novela aparece una cantidad inmensa de datos, me ha exigido muchas pausas para consultar, comprobar, asegurar... Referente a esto, aprovecho para destacar uno de los aspectos que más la caracterizan: lo que se trata estrictamente de la trama, es ficción, pero todo aquello que la complementa se encuadra en un contexto rigurosamente histórico: objetos, espectáculos, establecimientos, fechas, lugares, nombres, acontecimientos, detalles... Incluso la familia que constituye el eje conductual se basa en la realidad en un porcentaje muy elevado.

 A medida que avanzas, compruebas lo anterior, modificas, amplías o recortas; te saltan ideas que vas anotando una y otra vez, para encajarlas más tarde en el lugar o punto adecuado. Llega un momento, al menos en mi caso, en que la novela toma las riendas y casi te dirige a ti. Al ir creciendo, coge fuerza y quiere marcar su propia trayectoria; te hace reconsiderar tus planteamientos, te encamina hacia alternativas razonables y no te queda otro remedio que escucharla. De este modo, van pasando los días y la historia se va nutriendo de contenido y de vida. Ese FIN, que parece inalcanzable, llega, ¡eureka!

Después vuelvo a leerla entera y despacito. Editada tendrá 400 páginas, así que una lectura minuciosa ocupa su tiempo. Por último, es el momento de olvidarte de ella y dejarla reposar dos o tres meses. Ni os imagináis con qué ojos tan distintos se la ve después. Es lo más cercano posible a una mirada objetiva desde la posición de escritora. Y mientras reposa, tu mente no descansa, le da vueltas a la portada que le iría bien, al título (una lista de 200 tengo escrita), que, por cierto, voy a anunciar ya:

LOS ACORDES ROTOS DEL DESTINO

 Cuando la lees de nuevo, vuelves a cambiar bastantes cosas. Y ya llega el momento en que la crees preparada para remitírsela a tu editorial.

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miércoles, 23 de febrero de 2022

ESCRIBIR UNA NOVELA III

                          

Como iba diciendo, se empieza... por madurar el argumento para la nueva obra. La cabeza está llena de ideas. Se supone que, entre otras razones, por eso tienes ganas de escribir, para exteriorizarlas. Y si no existen las ideas, tómalo con calma, porque pueden tardar en venir. No obstante, aunque estén ahí, no deben salir de cualquier manera, como un batiburrillo. Imaginemos un traslado a una casa nueva, en el que tienes que distribuir todas tus pertenencias en los nuevos armarios y cajones. No puedes ir echando las cosas sin orden ni concierto. Se debe planificar, organizar, distribuir, ordenar, estructurar, darle cuerpo... Con la escritura este proceso es complicado y cuesta un poco más. Durante cierto tiempo parece que tuvieras limerencia por enamoramiento. La cabeza ausente, en otro mundo y otro entorno, inmersa en la historia que tienes entre manos.   

Cuando, al fin, le has dado un buen hilvanado, llega la hora de una mejor costura. Lanzarte a las hojas en blanco y rellenar. Demasiado que rellenar. No es sencillo. En el caso de mi nueva novela, para la cual he tenido que investigar y realizar muchas consultas, el avance ha sido lento, muy lento. Sobre todo, teniendo en cuenta que, al ser una actividad libre, no te dedicas a ella en exclusiva, sino cuando el tiempo te lo permite, y siempre escasea.

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ESCRIBIR UNA NOVELA II

                                 

Pero escribir, escribía: relatos, historias, cuentos..., que, al finalizarlos, se quedaban mudos, almacenados en el cajón de los olvidos. Por fin llegó mi momento: la materialización de un largo sueño. Tal vez porque mi tiempo se despejó ligeramente, quizá una escalada de la motivación... Sobre todo, por el empujoncito de dos personas de la familia, muy queridas, que me informaron y animaron a enviar algo a una editorial que iniciaba una colección de libros infantiles y juveniles. Gracias a ellos me lancé y escribí mis dos primeras novelas para niños. Ambas les interesaron y me las editaron. El día que recibí la comunicación flotaba. Os aseguro que mi emoción y mi entusiasmo fueron tan inmensos que no encuentro palabras para expresarlo.

Ya nunca lo dejé del todo, aunque tuve temporadas de intensa actividad en otros terrenos y muy poca en este. No obstante, sigo en ello, con mis variados escritos, que me llenan y me satisfacen.

Como decía en la primera entrega, no todo lo que hacemos por gusto tiene que ser sencillo. Escribir un libro, una novela es complicado. Se empieza por...

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sábado, 19 de febrero de 2022

ESCRIBIR UNA NOVELA I

La pasión por la escritura la sentí desde pequeña, y derivó de mi amor por la lectura. Tanto me gustaban los libros que entrar en una librería y absorber su aroma, me producía una vorágine de sensaciones casi indescriptibles, y todas placenteras.  

Aún tengo muy vivo el recuerdo de los dos primeros libros (que no cuentecitos), gordos de verdad e ilustrados, que nos regalaron a mi hermano y a mí: “Don gato” y “Los Picapiedra”. Todo eran imágenes, que parecían cobrar vida y arrastrarte hacia su mundo.  Me deleitaron hasta el infinito. Me convertí en una lectora ávida e insaciable.  

Hasta cierta edad, pasé los veranos en el pueblo. Allí, en cuanto consumía mi puñadito de libros, devoraba cuanto me prestaban, con tal de llevarme algo a los ojos y a la imaginación:  El Capitán Trueno, El Jabato, El Llanero Solitario, El Guerrero del Antifaz, los tebeos de toda la vida, libros clásicos de bolsillo con letras microscópicas, amarillentos y con las páginas desgastadas... Hasta las fotonovelas.

Los escritores me parecían magos que nos encandilaban con milagrosos ilusionismos, nada de chisteras ni conejos. Yo soñaba con ser capaz de dominar aquella extraordinaria magia. Necesitaba, además, expresar lo que sentía, crear mundos a mi antojo, diferentes, fantásticos y excepcionales. Escribía cuentos, reflexiones, poesías... Alguna vez ganaba concursos en el colegio y en el instituto.

Y crecí con la idea de escribir plasmada en el alma; pero... se iban encadenando los obstáculos: las circunstancias personales, los estudios, las oposiciones, la entrega al trabajo, los hijos, la falta de tiempo, incluso el escepticismo de que sirviera para algo... Mis deseos fueron quedándose en propósitos pospuestos, en un “tengo que ponerme” al que nunca me ponía.

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