Ya he comentado sobre el tema de estimular la lectura en publicaciones anteriores. Ahora tocan unas orientaciones para niños de entre dos años y seis años, aproximadamente. Aunque muchas de estas estrategias, principios y constantes, sean aplicables en cualquier edad.
Ilustración de mi libro "Blas, libros temblad", realizada por Marta Pasquín.
Repito una vez más, y no será la
última vez que lo haga, los principios básicos para que un niño ame la lectura:
· * Con
la lectura hay que disfrutar, nunca padecer.
· * No
debe ser obligada o impuesta.
· * Libertad
para elegir sus preferencias.
· * Siempre
será un premio, jamás un castigo.
· * No
se la ofrezcas durante, una rabieta, enfado o momento de mal humor.
· * Elige
preferentemente cuentos o libros que no sean demasiado gruesos.
· * La
vivirán como un placer, no como un suplicio.
Respecto a lo de ser obligada o impuesta, llegará
un momento, en el ámbito educativo, que tendrá que ser así. Pero intentaremos
conseguir antes de dicho momento que la lectura sea ya gratificante para ellos y esté consolidada.
Para estas edades, las
ilustraciones son casi imprescindibles. Puesto que no entienden las palabras,
LEERÁN las imágenes. Su imaginación descubrirá mundos y fantasías increíbles en
ellas.
Les leeremos cuentos como
sistema, no como algo esporádico. Una táctica excelente consiste en hacerlos
finalizar o completar nuestras frases; que se aprendan y pronuncien algunas palabras. Su participación e intervención es muy positiva.
Hay que evitar a toda
costa que asocien el acto de leer con una experiencia negativa.
Entre los principales
motores para generar las ganas de leer, se encuentran la imitación y la emulación. El niño va a copiar los
patrones de conducta del adulto, fundamentalmente de sus padres. De ahí, el asombroso
parecido entre padres e hijos, aun cuando los rasgos físicos sean diferentes. Se
debe a que absorben como esponjas cada detalle: expresiones, gestos, comportamientos,
actitudes… Los padres son el espejo en el que se contemplan. Es por eso que la
mayor parte del interés por la lectura la copiarán de ellos. Leed, leed mucho, o
aparentadlo. Tened siempre en vuestra casa un libro de adultos a la vista. Cada día
leeréis (o lo simularéis) un poco delante de ellos. Es buena táctica que pidáis
a vuestra pareja (u otro adulto) que se aproxime y le leáis un párrafo en alta
voz (incluso lo podéis inventar con expresiones que agraden a los peques). El
registro que quedará en su mente es: «A mis papás les gusta mucho leer, se ocupan cada día de ella y le dan mucha importancia». He visto a una niña coger ese mismo libro
(al revés) que los padres utilizan cada día para leer un fragmento, y ponerse a
leer inventándose el contenido; resultaba muy gracioso. Fijaos qué logro con
esa práctica diaria: les motiva a leer, a expresarse, a crear mediante la
invención.
A veces el profesorado de
guarderías y colegios, para poder comunicarse con la familia, tiene la
costumbre de anotar en una libreta o cuadernillo los aspectos que interesa de
la jornada. Es recomendable leer en alto y delante de ellos las anotaciones, tanto las del Centro como las vuestras. Cada pequeño detalle u ocasión son estímulo para que
deseen leer, así que no se debe desaprovechar ninguno.
Disponer de una buena variedad
de libros a su disposición en casa. Cuando salgas fuera, lleva siempre un libro
infantil a mano. Servirá para matar momentos de aburrimiento ineludible: en citas
médicas, compras, viajes largos. Podéis utilizar juguetes, pero mucho mejor, cuentos.
Que os acompañen a
comprar sus libros y crean haberlos elegido; si no todos, al menos alguno de
ellos. Llevadlos a visitar alguna biblioteca, a Ferias del Libro, aunque sea solo
un ratito. Esa abundancia de libros, ese colorido, la cantidad de gente
interesándose por ellos… les dejará muy
buena impresión.
No porque sean baratos o
se los regalen, penséis que hay que leérselos forzosamente. Si son feos,
tediosos o poco aptos para su edad, retiradlos y olvidadlos, no lo dudéis.
En casa facilitarles la elección
entre una gama abundante.
Les hace muy poca gracia
la hora de acostarse. Buscan cualquier argucia para demorarla. Cuando, para su
fastidio, vean claro que no les queda otro remedio, ofrecedles un cuento, lo
aceptaran encantados; será la excusa que necesitaban, incluso le dedicaran el tiempo y atención que haga falta,
si con ello retrasan el momento de dormir.
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