Pasadas estas fechas, es hora de reflexionar sobre los regalos que les ponemos a los niños
por los Reyes Magos, Papá Noel, cumpleaños… ¿Qué número de regalos es el
conveniente y adecuado? En mi opinión, cuantos menos mejor. A lo largo de los
años he podido comprobar que no es más feliz el que recibe veinte que el que
recibe dos, por ejemplo. Es más, me atrevo a asegurar que el tener demasiados
puede llegar a provocar infelicidad. Lo que sí es seguro es que el niño que se
acostumbra a diez regalos, cuando tiene nueve se siente insatisfecho; si se acostumbra
a quince, cuando recibe catorce se siente insatisfecho. Quienes tienen dos o
tres habitualmente, esperan dos o tres; si, por casualidad, les llegan cuatro,
brincarán de gozo, y si siguen siendo los de siempre: tan felices, sin decepción
ninguna. Se da el caso, incluso, de que les
llega a resultar agobiante abrir tantos paquetes y concluyen: “Ya me he cansado”.
Esto he podido constatarlo; sé de un
niño que ha llegado a decir: “Ya no quiero más juguetes, por favor". Al haber
muchos, se limita a desenvolver e ir tirándolos a un lado, para seguir con la
tarea. Al final, solo jugará con sus dos o tres preferidos y se olvidará del
resto. Y, lo más seguro, valorará aquel o aquellos que más simples o
elementales nos parecieron, no los más caros, precisamente.
¿Qué
conseguimos entonces con dilapidar el dinero para atiborrarlos a
regalos? Nada de nada. Limitémonos a ser prudentes al respecto. En conclusión:
regalar mucho o caro no aporta mayor felicidad a los niños, les crea falsas
expectativas, malos hábitos, que arrastrarán a lo largo de su vida.
¿Por qué lo
hacemos?
La mayoría de
las veces por cariño. Es tanto lo que les queremos que todo nos parece poco a
ellos. Deseamos darles lo mejor, lo máximo… Todos caemos o hemos caído en la
tentación de demostrárselo con obsequios (yo no me salvo). Pero no es el mejor sistema, hay
muchos otros, como prestarles atención, apoyo, comprensión; darles nuestro
tiempo, amor; escucharlos y hablar con ellos; demostrarles, en definitiva, que
nos importan y son lo primero para nosotros.
En algunas ocasiones,
lamentablemente, lo que mueve es la rivalidad entre los diversos miembros de la
familia. Se quiere destacar, quedar por encima (padres separados, abuelos,
tíos…) y hay quien se enrola en la batalla de demostrar quién es el mejor; de
ganarse al niño.
No estropeemos
su ilusión con nuestros fantasmas, rencores, frustraciones… Si son muchos los
familiares y amigos que desean regalar, busquemos una forma coherente y
equilibrada de organizarlo. Si de verdad los queremos mucho, no se lo
demostremos con el dinero, sino con buena voluntad y primando su felicidad.
Otro problema
que se da es el de comprar a lo loco. Es un asunto delicado, que merece nuestra
atención; se debe dedicar un mínimo de tiempo para asegurar una acertada
elección: que tenga en cuenta los intereses de los niños, que aporte algún
beneficio, que ponga en juego la creatividad, los estímulos, que sea medianamente interactivo… Según qué personas, nos encontramos con dos tendencias
bastante diferentes y opuestas:
-La cómoda y
fácil: que lleve poco tiempo, que resulte llamativo, que cubra el compromiso…
-La meditada y
racional: dedicarle un tiempo a la selección, procurar que no se repita, que se
ajuste a las preferencias del niño, que sea la idónea para su edad, que no solo
le guste, si no que, además, resulte beneficiosa…
No es tarea
fácil, pero ELLOS lo merecen.
¿Qué opináis? Espero vuestros comentarios.
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