martes, 2 de enero de 2018

LA LIBRETA



1824
Al acercarse a la fábrica, el mundo se le desmoronaba. Le incomodaba profundamente aquel ambiente tan diferente al suyo. Aunque el infortunio le hubiera arrastrado a esa situación, en el fondo de su corazón latía un sentimiento de superioridad.
Como venía siendo habitual, algunos de los obreros comenzaron a hostigarlo:
«¡Eh, tú, Joven Caballero!, que te se va a estropiar el ropaje».
«¡Mirad que bombo!, el señoritingo del pimpampum».
Las estruendosas carcajadas mortificaban sus oídos. Charlie se mordía los labios y aguantaba inmutable el chaparrón. Uno de los provocadores se chocó con él intencionadamente. La paciencia de Charlie reventó y alzó el puño. Habría golpeado al fanfarrón, si un chico no le hubiera sujetado el brazo. Charlie lo miró con rabia.
—No hagas caso, no vale la pena. Cuanto más te enfades, más te pincharán. Soy Fran, ¿y tú?
Charlie farfullo su nombre con desgana y se dirigió a la entrada. Con sus escasos doce años, le esperaba una interminable y tediosa jornada de diez horas, pegando etiquetas en botes de betún. No muy lejos, trabajaba Fran, el mediador en el conflicto. Charlie reparó en sus botas desgastadas, con enormes agujeros taponados con cartón. El calzado de los demás no se hallaba en mejores condiciones. Le resultaba irónico que los trabajadores del betún fueran, precisamente, los que no podían permitirse usarlo. «¡Tanta crema, tantos botes! Ni que Warren's boot-blacking suministrase al mundo entero. ¡Demasiados zapatos por limpiar y demasiada gente sin zapatos!», pensó.
Cuando salió, la calle lo recibió con un desagradable bofetón de bruma helada. Se alejó deprisa para distanciarse de los otros. Sus pensamientos saltaron del betún a su propia realidad: se sentía solo, muy solo; desamparado, e insignificante para toda su familia. Las cosas no podían ir peor por culpa de su padre: encarcelado en Marshalsea por deudor, su madre y sus cuatro hermanos menores viviendo con él en la misma celda y Charlie obligado a trabajar para mantener a todos. Cayeron en desgracia hacía más de un año, cuando tuvieron que mudarse a Camden Town, uno de los suburbios más pobres de Londres. Charlie se sentía desubicado en aquel ambiente de pobreza y miseria, donde la palabra y el concepto de cultura se desconocían. Apretó los puños, desesperado, hasta clavarse las uñas en la carne. Se dio cuenta de pronto de que Fran caminaba a pocos pasos de él. Lo miró de reojo.
—¿Te importa si te acompaño?
Charlie ni siquiera contestó. Fran se pegó a él, y hablaba sin parar.
—No me extraña que estés disgustado, se nota que eres diferente, más… distinguido. Por eso bromean contigo, pero no se lo tengas en cuenta; tenemos tan pocas ocasiones para divertirnos que hay que aprovechar las que se presentan.
Charlie, en silencio, observaba que al chico solo lo protegía del frío una camisa vieja y llena de remiendos, que se adentraba en unos pantalones enormes, sujetos a la cintura con un cordel; sin embargo, aparentaba ser feliz. Por fin habló:
—Gracias por ayudarme, a veces me siento tan humillado que me cuesta contenerme.
—No te preocupes, yo me encargaré de que no te molesten más. ¿Dónde vives?
—Me alojo en Little College Street.  ¿Tú también vas para allí?
—¿Yo? ¡Ya quisiera! Vivo con cuatro camaradas en una cabaña abandonada. Ni siquiera conocí a mis padres, me crie en un orfanato. Ahora vivo por mi cuenta. Este trabajo es importante para mí, me permite vivir decentemente.
—¡Vaya! ¡Lo siento!
—¡No! Si estoy en racha: tengo comida, un techo, y puedo ahorrar unos chelines para salir adelante.
El corazón de Charlie se ablandó al comprobar que aquellos andrajos escondían a una persona de alma noble. A partir de ese día Fran no se apartaba de su lado, lo trataba como a un hermano. Se hicieron grandes amigos. Las burlas se acabaron; con todos se llevaba bien. Charlie aprendió muchas enseñanzas de la vida y Fran aprendió a leer y a escribir algunas palabras.
Llegó la Navidad. Las calles se animaron y se llenaron de alegría, a pesar de la obstinada niebla. Pasado el Christmas day, Fran buscó entusiasmado a Charlie y le entregó un regalo.
—Toma, no es gran cosa, pero es lo mejor que ha conseguido Santa Claus. Sé que tú sabrás llenarla.
—No puedo aceptarlo, Fran —Pasó las páginas con rapidez—. ¡Es un libro precioso!
—¡¿Un libro?! Si no es más que una simple libreta en blanco.
—¡Qué maravilla! Fíjate bien: dentro hay fantasmas, espíritus, familias, niños pobres y ricos, escenas navideñas, odio, amor…
Fran se rascó la cabeza. «A este chico a veces… se le desboca la inventiva», pensó. Charlie se pasó la tarde entera cavilando en algún regalo para su amigo. Deseaba corresponder a tan buen gesto de amistad. Al fin encontró algo, pero Fran no apareció; ni ese día ni los siguientes. Nunca más. Charlie indagó, preguntó… Nadie supo darle explicaciones. Su mundo volvió a estar oscuro y vacío.  No volvió a saber de Fran.

Navidad, 1843
La nieve que cubría el pavimento y las tenues luces de los hogares convertían la calle en una estampa idílica. Un hombre la contemplaba, mientras escuchaba el crepitar de las brasas. Sin saber cómo, a su mente retornó la Navidad de 1924; su situación mejoró mucho, pero perdió a buenos amigos. Tres aldabonazos en la puerta interrumpieron sus recuerdos. Al abrir se encontró con un elegante caballero, Fran se sorprendió.
—Usted dirá en qué puedo servirle.
—¿Ya no me recuerdas, Fran? He venido a traerte tu regalo. Esta historia fluyó de la libreta que me regalaste.
Fran tomó el libro que le tendía el recién llegado y leyó su título:

“A Christmas Carol”

—Lee la dedicatoria, por favor.
“A mi buen amigo Fran, la extraordinaria persona que tanto me ayudó. Él me hizo ver la esencia y diferencias de la vida. Le dedico mi eterna gratitud, desde el más sincero y profundo cariño. CHARLES DICKENS”
—¿Charlie? ¡¡Charlie!! ¡Eres tú…! El…
              Se fundieron en un intenso abrazo, mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

#cuentosdeNavidad 

13 comentarios:

  1. Hola Tina, precioso tu blog. Besos y amor.Je. Je = sonrisa.

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias, Carmen. Tus obras también son una maravilla. Un fuerte abrazo para ti.

    ResponderEliminar
  3. Otro gran relato, Tina. Conmovedor y con un final imprevisto. Muchos besos.

    ResponderEliminar
  4. Un nuevo gracias, Lucía. Es emocionante que haya personas, como haces tú, que te aseguran que tus relatos les llegan muy dentro. Besazos.

    ResponderEliminar
  5. Me voy a permitir copiar aquí una opinión de un seguidor de Facebook, que me ha emocionado:
    "Precioso amiga mía, precioso...... Sabes una cosa? Alguien en mi vida, muy especial, me regaló otro así, un libro en blanco, para que lo llenara de sueños, de vivencias diarias, y aún no he escrito nada en él, pero no sabes, ni esta persona creo que lo sepa... que lo tengo escrito en mi mente. Un abrazo y besos. V.V. de C.A.

    ResponderEliminar
  6. ¡Hala! Qué cosas tiene la vida! Me ha resultado muy instructivo, además de ameno. Muy bien ambientado. Besos, guapa.

    ResponderEliminar
  7. Me encanta. Espero seguir escribiendo relatos de tu agrado. Gracias por comprar mi libro de relatos de "Guayí y el corazón de la selva madre". Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. ¡¡¡Me ha encantado tu relato, Tina!!!. Cuento de navidad es mi cuento de cabecera. Gracias por compartir esta hermosa historia. Te deseo muchísima suerte en el concurso!!Coral.

    ResponderEliminar
  9. Un relato muy, muy interesante. Y creo que se basa en hechos totalmente reales, ¿verdad?, porque me ha picado la curiosidad y me he puesto a indagar. El final me sorprendió mucho. Abrazos.

    ResponderEliminar
  10. Me haces muy feliz, Coral. Viniendo de una escritora, que, además, participa, es todo un cumplido. Muchas gracias. Yo a ti también te lo deseo. Mejor las dos, jajaja. Ya sabemos que hay mucho nivel y es difícil, por no decir imposible, pero seguiremos en la brecha. Besazos.

    ResponderEliminar
  11. Gracias, Arturo, eres un sol. Y un lector difícil de satisfacer, es todo un honor que te guste. Sí que es bastante fiel a la realidad, aunque tiene su buena parte de ficción, como es natural. Fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Vaya, Tina, precioso.
    Y nada más y nada menos que Charles Dickens como protagonista!!
    Enhorabuena!

    ResponderEliminar
  13. Mil gracias, Cecilio. No te había leído. Sí protagonista Charles Dickens. Además, lo de la cárcel, las fechas... fue real. Un abrazo.

    ResponderEliminar

Archivo del blog