Te miré. Me devolviste la mirada.
¡Ay, Amor! ¡Cómo lo
hicieras!,
que me embrujaste con tu
savia.
Y desde entonces...
no pude más que anhelar
el tránsito por tu
vereda.
Prendido en tu amor quedé
y usurpaste mi sentir,
sintiendo.
Ahora soy tuyo, igual
que el aire
fundido en el aliento.
Vivo en tu vivir y vuelo
con tus alas.
Inmerso en tu pasión
estoy,
retenido en ardoroso
hechizo eterno.
¡Ay, amor! Te pertenezco.
Susurra en mis oídos tus
deseos.
Ya no concibo otro
estado ni vivencia,
que navegar y diluirme
en tu universo.
Complacerte, amada, cada
día es reto.
No me conformo con tan
poco,
ser tuyo quiero por el resto de los
tiempos.
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