La causalidad hizo que descubriera, en aquella tienda tan innovadora, unas
alas teledirigidas con las que podía volar una persona. Se sintió afortunado, pues el destino había puesto en sus manos el instrumento idóneo para perpetrar el
crimen perfecto. Después de programar las coordenadas del Annapurna, se las
regaló a su mujer; a esta le encantó un artilugio tan sofisticado y práctico. En cuanto
surcó los aires con ellas, el marido corrió a deshacerse de todas sus cosas.
Convirtió la casa en un nidito de amor. Disfrutó de una romántica cena con su
amante: velas, flores, música, unas copas... En pleno
ajetreo y fiebre pasional sonó un mensaje de voz:
«Querido, tu regalo es divino. Hice shopping
por varias ciudades y luego visité a mi madre. Le entusiasmaron tanto las
alas que se empeñó en probarlas. No logré que desistiera, ya sabes cómo es.
Ahora va camino de casa. Llegará en cualquier momento, ¿te importaría ir
preparándole alguna cosilla para cenar?».
El marido se precipitó hacia el cajón secreto; su rostro se tornó lívido.
«Por cierto —sonó un nuevo mensaje—, no te molestes en buscar el
telemando donde lo escondiste; caí en la cuenta a tiempo y me lo llevé. ¡Menos mal que logré resetearlo y cambiar ese destino tan disparatado!».
Jajajaja, lo que empieza como una romántica, puede acabar en comedia o en trama. Divertida elección :)
ResponderEliminarSí, Eduard, he querido darle ese toque humorístico, sin llegar a la sangre. Jajajaja.
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