Aquella cotilla irrefrenable, con su lengua viperina y su verborrea incontinente los volvía locos
a todos. Las insoportables monsergas de esa mujer conseguían sacarlos de quicio.
No les quedó más remedio que cortarle la lengua. Y al paso que va, me temo que no
tardará mucho en perder también las manos, aprende muy deprisa el lenguaje de
los signos.
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Salvaje micro relato sobre la cotillenaided vecinal jaja. Muy bueno.
ResponderEliminarEspero que sea un grito hacia la liberación femenina. Muy bueno, muchas veces perdiendo se va ganando y se va fortificando.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu interés y lectura, Hernán. Esta mujer no creo que conduzca a ninguna liberación. Además, no aprende la tonta de ella a tener la boca cerrada, ja ja ja.
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