domingo, 20 de agosto de 2017

¿DEBO PERMITIR QUE MIS HIJOS ME PEGUEN?

Hay un gran problema y es que damos por hecho que todo el mundo está capacitado para educar a los hijos. Lo que es difícil de entender es que no haya muchos más niños que salgan con patologías de personalidad, conducta, afecto…, teniendo en cuenta que no se pide ningún certificado ni prueba de actitud ni título para enseñar a los hijos.
Esta entrada viene a raíz de una escena que observé ayer en un restaurante entre un niño y sus padres. Cuando un niño llora, chilla, patalea… solemos prestar muy poca atención porque es algo normal a nuestro alrededor. Sin embargo, esta vez me vi obligada a mirar cuando oí decir al padre algo así:
—“No me lo digas de ese modo, vamos a dialogar”.
Me pareció una frase tan acertada y prudente que volví la cabeza. Sin embargo, las palabras y los hechos caminaban por sendas opuestas. El niño de entre tres y cuatro años empezó a pegar a su padre: golpes en el brazo, golpes en la pierna, empujones, palma de la mano en la cara hasta hacérsela volver… Incluso llegó a darle un mordisco en el brazo. Debo aclarar que todo ello se quedó en una manifestación de su rabia sin llegar al punto máximo de agresión que podría haber aplicado el nene. Los padres lo ignoraban y le dejaban hacer como si nada ocurriese. El padre, cuando el niño cesó en sus ataques, exclamó:
—¡Qué! ¿Ya te has quedado tranquilo?
Yo miraba una y otra vez para ellos tratando de demostrarles mi incredulidad y desacuerdo ante aquella muestra de educación tan equivocada, en mi opinión. Un niño no puede asociar enfado con golpes y ataque bajo ningún concepto. Se debe evitar a toda costa y hay que hacerle ver que esa actitud y comportamiento no son correctos ni permisibles. Con el tiempo si no lo detienen ni corrigen aumentará, y llegará el  momento en que los golpes tengan consecuencias irreparables. Al primero que hacemos daño es a él mismo.

jueves, 17 de agosto de 2017

APASIONANTE LEYENDA SOBRE TORRE DE LA SAL

En el pueblo de Torre de la Sal aparece esta inscripción, de lo más interesante:


“… desde la orilla de la playa frente a la Torre de la Sal y dirigiendo la vista al mar en un día que esté tranquilo y haga sol, en el centro de una extensión de aguas diáfanas se observa un manchón oscuro; entrando en un bote se ve que lo producen los cimientos de una población y esa es Hylactes.”
J. Peris Fuente, en 1922, guiado por la “Ora Marítima” de Rufo Festo Avieno

Hylactes, Hystra y Sarna son tres poblaciones que no se han sabido localizar hasta el momento. Pertenecen a la Hispania Tarraconense.
La Tarraconense (del latín Hispania Citerior Tarraconensis) fue una provincia romana y después visigoda de Hispania. Su capital fue la Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco, 12 la actual Tarragona, de la cual tomaba su nombre.
Fue una de las provincias más grandes del Imperio romano hasta finales del siglo III cuando la reorganización de Diocleciano desgajó la Cartaginensis y la Gallaecia de ella. A pesar de su gran tamaño, salvo las zonas de la costa mediterránea, estaba bastante despoblada y tenía un grado de urbanización menor que el resto de territorios hispanos.

Rufo Festo Avieno fue un poeta latino del siglo IV cuyo nombre completo, Postumius Rufius Festus Avieno
Era natural de Volsinii en Etruria, procedía de la distinguida familia de los Rufii Festi. Hombre de inmensa cultura, fue dos veces cónsul. 


Sobre Joaquín Peris Fuentes, también conocido con el mote del 'toro rojo', nació el 18 de marzo de 1854, y murió el 1 de enero de 1939. Intelectual e historiador burrianense, asistió de pequeño en las escuelas oficiales de la Merced. Estudió bachillerato en Castellón de la Plana y leyes en la Universidad de Valencia, pasando luego a Madrid, donde se doctoró. Obtuvo la concesión oficial del Puerto de Burriana, en su proyecto y estudios gastó mucho dinero, sufrió con angustia varias revueltas populares que le culpaban de que no se tirara adelante el proyecto, lo que le obligó a dar la concesión al Ayuntamiento de Burriana el 1917, por un tercio de lo que le había costado. Tuvo un archivo-biblioteca de un valor incalculable.

Desarrolló los cargo de juez y alcalde, entre el 1 de julio de 1899 y el 19 de abril de 1901. Fue quien solicitó a la Reina María Cristina de Austria el título de ciudad para Burriana, que se le otorgaría dos meses y medio después de dejar el cargo, el 7 de julio de 1901. Siendo alcalde prohibió el toro por la villa y el pueblo se le sublevó. Para complacerlos compró un toro en Sevilla ; un toro de color castaño que se soltó en las fiestas de la Misericordia, provocó varios heridos y tres muertos. Desde entonces Don Joaquin fue el toro rojo.


miércoles, 16 de agosto de 2017

SKRIBAID: DONDE LAS PALABRAS HACEN MAGIA

Si te gusta leer, si te gusta escribir...


Existe un lugar donde los sueños se convierten en realidad, donde la imaginación no tiene fronteras, y en el que las letras te hacen libre. Te saldrán alas, pero si no fuera así, unicornios alados te transportarán por el espacio. Bucearás entre astros y planetas, escalarás hasta el fondo del mar, brincarás por las cumbres y los árboles.
Allí las personas encuentran la felicidad y todas se sienten iguales y hermanadas. Forman una pequeña/gran familia, unida por la magia de las palabras. Derramarán en tus oídos las mejores melodías y los mejores elixires para deleitar al alma.
No te perderás en este  cosmos porque entrañables manos tomarán las tuyas y te conducirán hasta la luz. Se te abrirán las puertas de mil mundos espléndidos y seductores: fantásticos, desconocidos, subyugantes, misteriosos, fascinantes, paradisíacos, tenebrosos, intrigantes, vertiginosos... Encontrarás y conquistarás el que tú quieras, cuando tú quieras.
Es muy sencillo llegar a este universo, no tienes más que desearlo y en un momento te hallarás en él. 

Solo has de cruzar estas primeras puertas:





ELDA Y LOS CINCO MUNDOS

¡A PUNTO DE SALIR POR FIN!
Elda y los cinco mundos-Tina de Luis-La narraTina
Ya está todo listo y finalizado. Solo falta la vuelta de vacaciones de imprenta y distribuidora. La primera semana de Septiembre saldrá a la venta.
Un libro juvenil. Recomendado para el tramo de edad entre 12 y 14 años.

SINOPSIS:
Elda nos necesita para salvar a un mundo que corre un gran peligro.
Un futuro lejano. Un planeta y cinco mundos muy distintos. Elda, la Principina de Mundicolor, conoce por casualidad a Tale, quien la informa de una catástrofe que está a punto de suceder.  Ellos dos y otros tres amigos emprenden un viaje en  busca de ayuda. El grupo recorre los cinco mundos. Intentan desesperadamente conmover el corazón de las personas y rescatar los valores humanos olvidados. En ningún lugar son bien recibidos; pero, a pesar de los repetidos fracasos, no se rinden y arriesgan su vida por salvar la de millones de personas. Con una gran generosidad y valentía, luchan por evitar la destrucción de Verdiazul.   





sábado, 5 de agosto de 2017

LOS TRES COLORES DEL MAR

El mar-Tina de Luis- La narraTina

             Todo empieza con el recuerdo de un día de mi niñez; uno de esos que dejan una huella imborrable en nuestro ser; con ese… y con todos los que se sucedieron hasta el cierre de aquel periodo agridulce. Desde los ojos de un adulto pudo tratarse de un episodio como tantos otros, pero para mis nueve años supuso un universo entero; un acontecimiento desafortunado y de inmensas magnitudes.
La casa madrugó. Mi madre salía de viaje para reunirse con mi padre, que llevaba ausente varios meses. Mi abuela la acompañaba hasta el barco y yo me empeñé en `escoltar´ a ambas. Al principio todo resultaba divertido: un viaje, una novedad, una aventura… Me lo habían explicado y lo comprendía, pero cuando me enfrenté al momento en que el barco debía zarpar, y mi abuela y yo abandonarlo, el corazón se me rompió en trocitos. La idea de apearme y de que mi madre se marchara en él no había alcanzado hasta el momento mi corto entendimiento. Fui incapaz de asimilarlo y, desprovista de control sobre la impetuosa fuerza que me gobernaba, decidí seguir aferrada al brazo del asiento que ocupaba y no moverme de allí, si ella no lo hacía. Conseguí desazonar a mi abuela, que tiraba de mí con desespero; partir en dos el corazón de mi madre, que se debatía entre la necesidad de irse y el desgarrador deseo de quedarse. Se excusaba y lamentaba sin cesar por tener que alejarse de sus hijos, mientras contenía con ahínco unas lágrimas pujantes, para no empeorar la situación. Mi abuela se puso afónica por mi culpa, sin encontrar más argumentos para meterme en juicio. Las miradas impacientes de los sobrecogidos pasajeros y el apremio y exasperación del capitán les hizo experimentar un bochorno desconocido hasta entonces. 
             Mi abuela acopió toda su fortaleza y logró desincrustarme del asiento, me levantó en volandas y en un suspiro me bajó del barco. Ante tan irremediable evidencia, un mar de lágrimas abarrotó mis ojos, lo que evitó que contemplara a mi madre tragándose su llanto y volviendo la cabeza para observar el doloroso espectáculo que yo solita había improvisado. El estallido de mi sonora corajina a punto estuvo de reventar mis pulmones y la templanza de mi abuela. Con pies de plomo, la barbilla colgándome hasta el suelo y entre sacudidas de hipidos disonantes, me encontré de nuevo en casa. No articulé palabra. No quise saber de nadie ni atender a explicaciones. 
             Cuando mi zozobra alcanzó el sosiego, me deslicé como una sombra hacia el exterior y corrí. Corrí para encontrarme con mi gran amigo el mar. En esa ocasión deseaba reprocharle su traición de no impedir la partida de mi madre. Cuando alcancé mi peñasco favorito, me refugié en mi minúscula gruta desde la que lo divisaba en todo su esplendor. Clavé mis ojos en el agua y lo miré enojada. Le solté cuanto bullía en mi interior. Él callaba. ¡Qué podía decir que yo deseara escuchar! Lamentaba mi estado de ánimo y me hacía saberlo a su manera: con su color, con su calma, con su mutismo…
Vestía un gris plata indefinido, sin brillo, sin emociones. Por entonces, yo estaba absolutamente convencida de que el mar entendía mis sentimientos y los compartía por completo.
 El trabajo escaseaba en la isla. Mis padres tuvieron que irse al otro lado del océano para sacarnos de la miseria. «Sólo serán unos meses», me dijeron; pero los niños pesan el tiempo en una balanza muy particular, y la mía marcó toda una eternidad. La época que siguió se me antojó sombría. Mi abuela endulzaba nuestras vidas, prodigándonos todo su cariño y atenciones. ¡Era una mujer excepcional!
Se socarró el verano, se deshojó el otoño, se congeló el invierno… No existió un día en que el mar no recibiera mis mensajes para entregárselos a mis padres, en su otra orilla. Las respuestas me las devolvía el cartero dentro de un sobre. Este se convirtió en mi segundo mejor amigo. No existían dos personas más felices que nosotros en nuestros momentos mágicos: él cuando me entregaba las cartas y yo, al recibirlas. Mi felicidad lo salpicaba. Me sentía eufórica y corría al mar para leérselas una y otra vez, hasta acabar aprendiéndolas de memoria.
Brotó la primavera y afloró la misiva con el anuncio de su regreso.
El mar se tiñó del verde de mi esperanza. Los esperé sin descanso, sin pausa. Tras un tiempo desmedido para mí, asomó un barquito por el horizonte y eché a correr a su encuentro.
Llegó el día de partir de nuevo. Esta vez nos íbamos los cuatro: mis padres, mi hermano y yo. Mi abuela nos acompañó hasta el muelle. El momento no resultó tan grato como yo esperaba, ella se quedaba en la isla, no se sentía capaz de cercenar las raíces de toda una vida. Separarme de nuestra segunda madre también me hacía mucho daño. Vi cómo lloraba cuando el barco soltó amarras. Yo también lloré; con todas mis ganas, hasta que mis lágrimas se fueron diluyendo entre las aguas. No dejé de mirar al mar y de conversar con él durante toda la travesía. Sería el vínculo que me mantendría unida a mi abuela, y le enviaría mis mensajes como antes se los envié a mis padres.
Pletórica de dicha, he vuelto en repetidas ocasiones al pueblo que me arropó en mi infancia y forma parte de mí. Hoy regreso, sumergida en la tristeza, para dar un último adiós a mi abuela; esa mujer adorable y generosa, que nos quiso con toda su alma. La llevo en el corazón y jamás la olvidaré. Verteré parte de sus cenizas en la isla, después las iré esparciendo por el agua hasta llegar a la otra orilla. Ahora podrá repartirse entre su pueblo y su familia. El mar nos mantendrá unidas. Miro fijamente el agua y en él contemplo su rostro bondadoso.
El mar luce un azul malva, es el espejo del cielo.

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