Mírame de
frente, amor,
porque el penar
no ha de velar tus ojos.
Eres para mí
esencia y ambrosía.
Ver tu aflicción
oprime mis entrañas.
Y aunque me
apliquen hortigas junto a espinas,
convertiré mi dolor
en bálsamo
de cura, para
sanarte. Ufano.
No existe ya
consuelo que me aquiete
si no es lograr sumirte en alegría.
Si yo soy tuyo
y tú eres mía,
por fuerza he
de cuidarte.
Para cuidarme a
mí, que vivo con tu vida.
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