Las preciosas estrellas de papel se van amontonando
en la maqueta que mi pequeña y yo hicimos juntas. A ella se le ocurrió construir
ese gran pequeño universo de esperanza para depositar una estrella por cada
angelito de la Unidad de Oncología Pediátrica que… “partía”. Tengo que
agrandarla; apenas me caben ya, pues me he saltado las reglas. ¡Mi hija sabrá
entenderlo, lo sé! Desde que emprendió el mágico viaje, por cada lágrima
derramaba añado una con su nombre. Y junto a su nombre anoto un deseo, en
nuestro particular mundo de ilusión se cumplen todos.
viernes, 19 de octubre de 2018
lunes, 15 de octubre de 2018
ENTUSIASMO POR ENSEÑAR A LEER
Incidiendo en este importante tema de aficionar a leer a nuestros hijos, del que ya he puesto otras entradas, he
de contaros un hecho que observé hace unos días, que me entusiasmó. Me pareció
una estrategia fabulosa para estimular el deseo de leer.
Dos
niñas, de seis y cuatro años, jugaban a secretaria y clienta. La mayor le
enseñaba cosas a la pequeña. La madre aprovechó la coyuntura y le dijo: «¿Por
qué no le lee usted un cuento a su clienta, señora secretaria?». Así lo hizo.
La madre, al ver tan entrañable escena, sacó el móvil y lo grabó. La mayor, cuando
se enteró casi al final, se sintió radiante, y se le iluminó la cara. Enseguida
fue a pedirle a su madre que le mostrara la grabación. Era una delicia contemplar
en la niña esa expresión de felicidad y autoestima al verse a sí misma tan
importante como para encargarse de leer a su hermana pequeña un libro, casi alcanzando
el puesto de los padres. Luego fue y le dijo a su madre: «Podía contarle un
cuento todas las noches, pero es que me parece como que me da un poco de
pereza, pero se lo voy a contar dos o tres días».
¿No
es una estrategia ideal para inculcar la lectura? La niña leía de verdad, pero
incluso, aunque no lo hicieran, siempre podríamos ofrecerles el libro y sugerir
que se lo inventaran. Eso también avivaría los deseos de aprender cuanto antes.
Etiquetas:
Aficionar a los niños a leer,
Aprender y enseñar,
Buenos lectores,
Fomento y estimulación de la lectura,
Inculcar la lectura
lunes, 8 de octubre de 2018
ENTRE LÍNEAS Y ENTRE OTOÑOS
Me contaron del Otoño y me inquietaron:
de ocasos y de vejez, de cenizas y tristezas,
de frío y viento, de sombra y bruma
—¡infaustas notas!— lo tildaron sin clemencia.
De historias
tristes, sin poesía...
se acuerda Manuel Machado en esos tiempos.
Curioso parecer, dado que otoño inspira eternos versos...
Hoy una mano de
congoja llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma,
—el de Neruda—, caen
hojas.
Caen despojadas frondas, sí, pero no todas;
algunas se perennizan, con su brillo y con su savia.
Y enamoran. Tentadores frutos son recolectados.
Miguel Hernández se lamenta: Todo es crepúsculo…
…otro otoño triste
ha llegado sin ti.
Y así versa Octavio Paz en singular anhelo:
Busco unas
manos, una presencia, un cuerpo…
… un roce, un son,
un giro…
Y quien lo halla… ¿puede recibir mejor ofrenda?
Si hay labios que
sueñan labios,
y manos que sueñan
pájaros...,
hay corazones que sueñan: aún queda magia.
Aún pululan nuestras ansias por las venas.
Carmen Conde percibió que
se deshizo el otoño de sus plumas,
y yo digo que es posible alzar el vuelo con el alma.
El otoño fue remate en mi consciencia, y no es así,
no todo acaba; Juana de Ibarbourou se sincera:
Nuestro idilio
comenzó en un otoño.
Y él siempre me
ponía violetas en las trenzas.
Tan lejano se me figuraba el horizonte que asumí juicios,
fie de letras. Postura ingenua. Cada mortal
vive las experiencias y las aprehende a su manera.
Con llaneza, Gloria Fuertes se descubre:
En el otoño pliso
los visillos, estoy como una cabra en primavera.
Gloriosa libertad la de moverse sin cercados. Y por hablar…,
cuánto ajeno a tal edad nos lo cuenta en ocasiones.
No siempre expone su sentencia del otoño el otoñal;
banal, se lo permite aquel que intuye a tientas.
¿Puede cantar al amor quien no lo entiende?
¿Y describir allende el mar quien nunca lo cruzara?
Triste concepto me inculcaron de la trovada estación,
la extirpé de mis quimeras, la temí, la relegué…
Ahora, desde el vórtice mismo de la escala, discrepo.
Comparto, en esta aserción, los ánimos de Darío:
¡Aún hay promesas de
placeres en los mañanas!
Salgamos a buscarlas mirando hacia delante por
la alameda dorada
que Machado nos precisa.
Se vuelve al fogoso amor en era de descrédito infundado,
cuya suntuosa cola
aún brilla hacia el oeste,
nos indica Ángel González en su estrofa.
Por favor, no conviertan el otoño en decadencia,
es plata y oro, ímpetu y calma.
El otoño prende, el otoño quema. Como Darío,
gozad del sol, de la
pagana luz de sus fuegos.
Tan ardiente es la
vida en el otoño…, que Margarit
ensalza y pule con tesón esa Edad roja.
No entiendo cómo tan penosa imagen me forjaron.
Yo no pujo por finales ni crepúsculos,
reivindico ese otoño de vivencias,
en el que aún se cosecha y aún se siembra,
Juan Ramón Jiménez lo describe con detalle:
la sencilla mano
abierta dejaba la semilla en su entraña.
Y hace nacer las formas
embriagadas, Octavio Paz nos añade,
¡Cuánta belleza!
Me deleita Lugones, cuando
afirma:
La… rosa… es más
hermosa cuanto más tardía.
incluso del bosque
duradero, habla Brines con acierto.
¿No es muy coquetón el otoño de M. Elena Walsh, ese gran señor
que colorea?: También es pintor… y del bolsillo
de su pantalón saca un incendio color
de limón.
Dicen que el señor
tiene en el cielo un enorme taller
donde hará caramelos
de azúcar del atardecer.
Locuciones de este encanto se crearon, y perduran.
Yo extrapolo, pues elijo un muestrario de lo hermoso.
No obstante, la vida
es bella, Rubén Darío proclama,
lavemos bien de
nuestra veste la amarga prosa,
aún siente nuestra
lengua el gusto de la manzana.
Apartad el temor que
os hiela y que os restringe.
De esa forma gratifico al sentimiento y me complazco,
porque así me lo pide el corazón y así lo quiero.
Son otras fechas y momentos los que marchan.
Tal vez antaño vistió otro modo. O quizá, se anticiparon
consecuencias. Y acabo, ¿o comienzo?,
con los versos sabios de J. Ramón Jiménez, donde el otoño
se lleva al infinito
el pensamiento. ¡Encantamiento de oro!
…en que el cuerpo,
hecho alma, se enternece,
la vida se desnuda,
y resplandece.
Yo la emulo, y me desnudo de aflicción y pesimismo.
Mi elección es este espacio y sus cadencias. Me arrellano
en el remanso que, aun nostálgico, se renueva y entreteje.
El invierno aún queda largo…, tras senda seductora y
complaciente.
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