«Cuando éramos jóvenes me prometiste amor eterno,
¿recuerdas, Daniel? Pero tras nuestro último beso, desapareciste. Entregué mi
vida entera a buscarte. Quería devolvértelo porque me impedía ser feliz; me
agriaba los de otros labios. Aunque ajado, lo deposito sobre mi lápida, por si
volvieras».
«Aurora, me fui con
tu sabor de miel en mi boca. Entenderás por qué no regresé cuando compruebes la
fecha de mi tumba. He dedicado mi muerte entera a esperarte. Aquel beso
consérvalo como recuerdo de lo que fuimos y seremos. Habrá muchos más, para
perpetuar nuestra pasión. De nuevo somos jóvenes, libres… Y nuestro amor ya es
eterno».
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