Aunque el reloj corría
inexorablemente, para la pareja el tiempo parecía detenido, les costaba
controlar el nerviosismo.
Al fin les hicieron pasar para
comunicarles la decisión que habían tomado:
—Señor Romero, como padres de la
novia, hemos sopesado la petición de compromiso por su parte. Podríamos
soslayar su carencia de títulos académicos y sacarnos de la manga un Doctorado,
adornar su árbol genealógico y dignificar sus apellidos, educar sus modales...;
incluso, obviar su azarosa vida sentimental. ¡En fin...! Pero, lamentablemente,
a pesar de nuestra cordial disposición hacia usted, de sus encantos personales
y del amor que nuestra hija le tiene, dos impedimentos son irresolubles para
autorizar este noviazgo. El primero consiste en que en su familia nunca se ha
tomado el té. Y ¡todo el mundo
lo sabe!
—Pero, Milord, ¡eso es irrelevante!
—objetó, incrédulo, el pretendiente—. Y ¿se puede saber cuál es el segundo
impedimento?
—Como pone en evidencia su objeción, el menosprecio del primero.
Tina, como siempre muy inteligentes tus escritos. Mis padres tomaban Té, yo he tomado algunos pero más me gusta el Mate Cocido, parecido al Té pero con yerba Mate. O sea que podríamos pasar al segundo pedido, aclarando que todo lo anterior tampoco lo tengo. Más lo que te debe dar bastante rabia es que nadie te lea y comente relato tan corto y tan profundo. La gente del mundo en general necesita cosas muy caras y no tiene tiempo para disfrutar de por ejemplo estos escritos que son regalados. Respecto a mi caso te lo agradezco.
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