jueves, 17 de marzo de 2016

LA EDUCACIÓN: LOS NIÑOS SÍ, ¿Y LAS NIÑAS...?

Hoy, escuchando las noticias, he oído decir que uno de los sectores más dañados en Siria era el de la enseñanza, y que "Los conflictos como la guerra agravan este problema, según la directora del Instituto de Estadística de la UNESCO, Silvia Montoya, quien señaló que tras dos años de guerra se pasó de que la totalidad de los niños y adolescentes estuvieran matriculados a dejar fuera de la educación a cerca de dos millones”.

Entonces me he preguntado, "¿No es, acaso,  esto lo que pasa con millones de niñas en el mundo con o sin guerra?"

“Las niñas, las más desfavorecidas.
En cuanto al género, las niñas se llevan la peor parte. Son las más desfavorecidas especialmente en Asia meridional y occidental, donde el 80% tienen muy poca probabilidad de acceder a la educación, frente al 16% de los niños”.
Más información en este enlace. Es muy interesante: 

Y a las niñas les sucede no solo por motivos de guerra, sino por sistema, costumbres, tradición... ¿Cómo es que no se hace este llamamiento años tras años, día tras día para ellas?". Sé que la UNESCO demasiado hace ya, pero ¿lo hacemos los demás? ¿Hace algo el mundo por evitarlo?

Esto dice la UNESCO también:
“Hay una serie de obstáculos que impiden o limitan la participación de las mujeres en la educación. Algunos de los que tienen mayor relevancia son la pobreza, el trabajo infantil (en especial el trabajo en el hogar), los matrimonios tempranos, los embarazos precoces, los conflictos armados, el acceso difícil a los centros escolares, los entornos escolares peligrosos y violentos, y, principalmente, las prácticas sociales discriminatorias* que tienen lugar dentro de la escuela desde la más temprana edad. Sin embargo, prevalece una tendencia a la invisibilidad y a la negación del sexismo y de las prácticas discriminatorias, así como de sus consecuencias.

Si los padres con bajos niveles de ingresos tienen que decidir cuál de los hijos se queda en casa sin ir a la escuela, la elegida será la niña, ya que se considera que ella se casará y, por lo tanto, no aportará dinero a la familia en el futuro.

Finalmente, la inseguridad y la violencia sexual es una de las principales trabas para que las niñas o las mujeres puedan acceder a la escuela. En situaciones de conflictos violentos, las escuelas quedan especialmente en riesgo y los grupos armados toman a las niñas y a las jóvenes como objeto de violencia sexual, intimidación, reclutamiento para el combate o bien para convertirlas en esclavas domésticas o sexuales”.

Increíble, ¿verdad? La pobreza es muy triste y dura de por sí, pero que en idéntica situación la mujer sea aún más pobre que el hombre... ¡Clama al Cielo! Aunque... ¿a qué Cielo clamar? ¿Hay algún Cielo con DIOSA? ¿O uno donde DIOS Y DIOSA tengan las mismas atribuciones?
Y añade la UNESCO:
“Los beneficios de educar a las niñas
La educación de las niñas y mujeres tiene un fuerte impacto en el desarrollo de las sociedades. Está comprobado que el avance en la educación de las mujeres durante los últimos 40 años ha salvado 4 millones de muertes infantiles. Una madre que sabe leer, con conocimientos básicos sobre nutrición, salud e higiene, tiene un 50% más de posibilidades de que su hijo o hija sobreviva después de los 5 años de edad”.

Fijaos en los beneficios que aporta una mujer que aprende y eso ya solo en el plano familiar, sin meternos en el profesional.
¿Qué borricos no comprenden la igualdad de la mujer? No son tantos los borricos, no. Lo más triste es que la mayor parte de las personas, lo comprenden,  pero es mejor no revelarlo y mantener vigente la discriminación; así se obtienen muchos beneficios: mano de obra gratuita, secuaces incondicionales, servidoras y esclavas (domésticas, sexuales, laborales...) que satisfacen sus intereses. Otro motivo es la inseguridad; muchos hombres temen que si las mujeres se sitúan en un plano idéntico al de ellos, acaben desplazándoles; y muchas mujeres temen no poder dar la talla en un terreno de libertad,  prefieren seguir siendo esclavas, un rol en el que se desenvuelven muy bien y se sienten arropadas.
Esto me recuerda a la obra de Miguel de Unamuno, "San Manuel Bueno, mártir".
Trata de la historia de don Manuel Bueno, párroco de su pueblecito, Valverde de Lucerna. Múltiples hechos lo muestran como “un santo vivo, de carne y hueso”, un dechado de amor a los hombres, especialmente a los más desgraciados, y entregado a “consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir”. El sacerdote esconde un terrible secreto: no tiene fe, no puede creer en Dios, ni en la resurrección de la carne, pese a su vivísimo anhelo de creer en la eternidad. Y si finge creer ante sus fieles es por mantener en ellos la paz que da la creencia en otra vida, esa esperanza consoladora de la que él carece. Muere don Manuel, sin recobrar la fe, pero considerado un santo por todos, y sin que nadie, fuera de Lázaro y de Ángela, haya penetrado en su íntima tortura.

Pues en el caso que nos ocupa es parecido: no se cree lo que se vende, pero interesa hacerlo creer a los demás y no como San Manuel en beneficio de los otros, sino en el propio beneficio. Puro egoísmo.

Se ha avanzado mucho en este tema en cuanto a leyes, derechos, acuerdos, normativa... lo más triste es que no se avance en el corazón de las personas. Mientras se aplique la igualdad en los Derechos de hombres y mujeres y sea aceptado como una imposición y no como un caso de Justicia, nos quedará mucho camino.

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